PROYECTO PASCUA-LAMA:
UN MANUAL DE CINISMO POLÍTICO

por Cristian Salazar Naudón
Secretario General de la Corporación de Defensa de la Soberanía


A principios de agosto del año 2000, representantes de la Corporación de Defensa de la Soberanía y de Chilenos por Campo de Hielo Sur resolvimos asistir a la discusión del proyecto del Tratado Minero de Integración Fronteriza Chileno-Argentino, destinado a facultar la explotación minera conjunta en zonas limítrofes, ya que los medios de comunicación casi no le daban cobertura a pesar de su relevancia y de aproximarse la hora crucial de su aprobación o rechazo. Además, se corría la voz de que una importante compañía minera texana o canadiense estaba detrás del proyecto y que había ejercido toda clase de incentivos y presiones para garantizarle un final exitoso a su tramitación. Hacer lobby, como dicen los siúticos. Su principal atractivo -hoy lo sabemos- era el yacimiento de oro, plata y cobre conocido como Pascua-Lama, sector fronterizo que se encuentra al interior de la zona del río Huasco, en la Región de Atacama. La poderosa firma internacional Barrick Gold era la que representaba el mayor interés al respecto y venía planificando desde tiempo antes del Tratado la explotación de estas riquísimas reservas.

Desde principios de aquel año estábamos anunciando insistentemente no sólo nuestras aprehensiones de orden geopolítico y estratégico con relación a la fusión de actividades mineras con la Argentina a escasa distancia de las costas del Pacífico, sino también nuestras infinitas sospechas sobre las consecuencias medioambientales que podrían acarrear los proyectos de este tipo en zonas de la cordillera andina, tomando en cuenta el currículo de alteraciones de ecosistemas, daños al recurso hídrico y contaminación por relave que ostentan las grandes compañías mineras en nuestro propio territorio. Aunque este argumento no tiene nada de novedoso ni de sorpresa, se nos acusó de estar utilizando el tema ecológico para fines patrioteros y se nos restregó en la cara que estos planes de integración traerían más posibilidades de trabajo a las deprimidas zonas del interior del territorio. En lo fundamental, este último fue el mismo argumento con que se presentó este pastel para hornearlo en ambas Cámaras.

En las sesiones del Senado vimos concurrir insistentemente a la entonces Canciller Soledad Alvear, acompañada de la Directora de Fronteras y Límites de Chile. La única intención de la presencia de ambas fue disipar los temores de organizaciones como las nuestras, estigmatizadas como cuadros de nacionalismos "trasnochados", "anacrónicos" y otras muletillas de política pop. Recuerdo al Senador socialista Jaime Gazmuri utilizando estos términos así tal cuales, para atacar a un compañero de Cámara durante una sesión. Sin embargo, una vez sacados de encima los molestos piojos nacionalistas, quedaba pendiente una respuesta para el grueso argumento de las garantías medioambientales que necesariamente exige un acuerdo de esta envergadura y riesgo.

Es aquí donde aparecerá un antecedente que no puede quedar en el olvido: Todos los defensores del Tratado Minero dejaron aquellos días el plumero verde en sus casas.  Diputados que han explotado con particular conveniencia el discurso ecológico y conservacionista, como el socialista Alejandro Navarro, el pepedé Guido Girardi y hasta cierta forma incluso su correligionario Antonio Leal, no se distrajeron en muecas escrupulosas para apoyar convencidamente con su voto a este nefasto acuerdo. En nada importaría este detalle si no fuera porque, ahora, estos tres mosqueteros (entre muchos otros) encumbran los volantines de la lucha contra las transnacionales depredadoras del medio ambiente y hasta nos dictan clases sobre la nobleza de las actividades de Douglas Tompkins en el Sur de Chile. Y lo que es peor: Se arrojan blandiendo la espada de la eco-conciencia contra el Proyecto Pascua-Lama que resultó como primera consecuencia directa y esperable de ese mismo engendro que todos ellos ayudaron a concebir y aplaudieron con su voto aprobatorio, como es el Tratado Minero. Una criatura tan fea, deforme y horripilante que hoy no se quieren hacer cargo de su paternidad.

Los ayer defensores del Tratado Minero, tarde han descubierto que las faenas contaminarán los ríos, que perjudicarán las zonas agrícolas y que alterarán de fondo el paisaje local. Ahora que el banquete terminó y que los champanes de los inversionistas ya se descorcharon, sus musas secretarias llegaron de vacaciones y les han puesto al día de que un proyecto fronterizo con las características de Pascua-Lama -en perfecta coherencia con lo aprobado en el nefasto Tratado Minero- sí removerá glaciares para trasladarlos a tres kilómetros de allí y sí alterará los recursos de agua dulce que mantienen los campos a los pies de la cordillera, abriendo uno o dos boquetes que se calculan superiores aun la ya colosal Chuquicamata... ¡Lo mismo que los patrioteros y los chauvinistas advertíamos desesperados el año 2000!

Pero el relativismo de la política ya liberada de las incómodas cadenas morales, no termina allí. A principios de 2001, el Gobierno de Ricardo Lagos Escobar y la Corporación Nacional de Medio Ambiente (CONAMA, cuya dirección recaía en un miembro de uno de los grupos receptores de dineros permanentemente aportados por Douglas Tompkins a sus defensores) dieron su magnánima y todopoderosa aprobación al Proyecto Pascua-Lama, tras haber sido postergado en al menos dos ocasiones: primero, en noviembre de 2000 y luego en febrero siguiente. ¿Qué cambió en el transcurso de esos meses? La única modificación relevante sobre los planes originales se observa en que la empresa (que trabajaría a través de sus filiares Compañía Minera Nevada S.A., Barrick Exploraciones Argentina S.A. y Exploraciones Mineras Argentinas S.A.) especificaba ahora su intención de explotar los yacimientos por 20 años mínimo. Así, la esquizofrenia política de La Moneda alcanza para apoyar simultáneamente proyectos tan opuestos como Pascua-Lama y Parque Pumalín, bajo conceptos absolutamente dispares, al punto de que se cruzan como argumentos a favor y en contra para cada uno de los dos casos.

He ahí que, enfrentando la desagradable necesidad de tener que pronunciarse en la III Región sobre el revuelo y los temores generados por Pascua-Lama, el candidato presidencial que hoy lidera las encuestas declaró con ira santa que "ningún proyecto puede pretender rentar a costa del medioambiente" y, por lo tanto, las compañías que lucrarán de él "tienen que asumir los costos necesarios imprescindibles para la preservación del medioambiente". Del duelo al aplauso fervoroso: la comunidad del Norte Chico había logrado arrancarle al más seguro aspirante a La Moneda un compromiso casi concreto con respecto a la depredación de los recursos naturales en manos de millonarios inversionistas sin bandera. ¡La naturaleza se ha salvado!. Pero en la celebración nadie pareció haber reparado en el detalle de que el secretario ejecutivo en la Comisión Política que por entonces elaboraba el programa de gobierno de esta figura presidenciable, era el mismísimo señor Alberto Etchegaray, presidente de la tristemente célebre Celulosa Arauco y Constitución (Celco) que se encargó de liquidar la reserva valdiviana de cisnes de cuello negro del Santuario de Río Cruces con la venia del mismo gobierno que, mientras tanto, firmaba el acuerdo Huenchumilla-Tompkins para convertir Parque Pumalín en Santuario, autorizaba al mismo magnate a destruir la actividad ganadera de Cochrane fosilizando la Estancia Valle Chacabuco y luego creaba de la nada otro parque en Corcovado regalando terrenos fiscales que, se supone, nos pertenecen a todos y especialmente a los habitantes de la zona.

Cuando vemos ahora los discursos incendiarios de algunos políticos chilenos en favor de los monopolios territoriales del Sur de Chile y particularmente complacientes con los proyectos ecocapitalistas de Palena y Corcovado, entre quienes conocimos de cerca la oscura aprobación del Tratado Minero para permitir actividades depredadoras como Pascua-Lama (y otras peores que ya vendrán, paciencia) nos es imposible no preguntarnos por la naturaleza de las motivaciones que impulsan a nuestra distinguida clase política chilensis a comprometerse en estas aventuras experimentales y a profesar apoyos o rechazos de modos perturbadora y diametralmente contradictorios según cada caso, a pesar de contar en todos ellos con los mismos instrumentos y elementos de juicio.

G. K. Chesterton escribió una vez: "A algunos hombres los disfraces no los ocultan, sino que los revelan, pues cada cual se disfraza de lo que es por dentro". Lo que sucede entonces con el Tratado Minero y Pascua-Lama sólo viene a confirmarnos por enésima vez, algo que lleva larga data conviviendo con nuestra humana -demasiado humana- realidad.


Centro Informativo de ALERTA AUSTRAL - Santiago de Chile - http://www.alertaaustral.cl - 2005