LA FINIS TERRAE

por Sabela P. Quintela


Puede dar miedo vivir al final de la tierra. En la Edad Antigua los hombres del viejo continente, aunque contemplaban atemorizados el océano que ponía límite a su mundo, crearon mitos y leyendas que hicieron existir rutas misteriosas y nacer peregrinaciones después. Algún día se dieron cuenta de que hasta en el cielo las estrellas los empujaban hacia esos mismos mares, hacia el poniente, en el que el sol se escondía más allá de su horizonte como invitando a seguirle. Los más valientes y desafiantes se aventuraron; un día siguieron el llamado del sol y descubrieron el Océano.

Sí, parece que da miedo vivir al final de la tierra. Chile es también un “finis terrae”, un “finisterre”. E igualmente en su cielo las estrellas marcan una ruta que encamina al hombre hacia el sur, siempre más y más al sur. Pero el habitante de estas regiones ya no es sensible ni al llamado de la tierra ni al de sus estrellas. Y ni siquiera es capaz de apreciar lo maravilloso de vivir en un territorio todavía virgen, en muchos de sus rincones aún no profanado por el hombre, intocado desde la Creación, ese instante misterioso que ha hecho de Chile un lugar especialmente hermoso y de tanta riqueza.

Parece que da miedo vivir al fin de la tierra. El hombre de estas regiones le está dando la espalda a su propio Destino, el destino heroico del valiente. Es una lástima: ni enfrenta la esencia de su mundo, ni capta la importancia de vivir en la que va a ser la última tierra del planeta.

Existió alguna vez en la bandera de Chile una estrella dorada de ocho puntas que representaba la Cruz del Sur. No es casualidad que ya no esté. Hay que recuperarla. Chile así lo espera. Es la hora de sus valientes.


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