DISCURSOS EN HOMENAJE DEL SENADO A LOS 40 AÑOS
DEL SACRIFICIO DEL TENIENTE HERNÁN MERINO CORREA

Homenaje del Senado de la República a la memoria del héroe chileno
Martes 08 de noviembre de 2005


Homenaje del Honorable Senador Fernando Cordero, institucional

Señor Presidente; señor Vicealmirante y ex Senador, don Ronald Mc-Intyre; señor General de Carabineros, don Yerko Raffo Koschina; distinguidos familiares de Hernán Merino Correa; compañeros de promoción del héroe; señores Senadores.

Represento a la bancada de Senadores Institucionales Nº 1. El Teniente de Carabineros don Hernán Merino Correa, ya inscrito en la eternidad con las más altas calificaciones y las más preciadas distinciones, se ha constituido con el paso de los años en un testimonio visible de aquellos valores y principios sobre los que se ha edificado la nacionalidad. El sacrificio de su joven vida honra no sólo a la institución de Carabineros de Chile, que tuvo la fortuna de contarlo entre los suyos, sino a toda la nación.

El cumplimiento del deber institucional de exaltar la figura de sus héroes y mártires, en mi calidad de General Director de Carabineros, tuve el alto honor de efectuar el traslado de los restos del Teniente Hernán Merino Correa, el 26 de abril de 1997, desde el Cementerio General de Santiago a la cripta construida en su memoria a los pies del monumento a los mártires, haciendo realidad lo que hasta entonces había sido un sagrado deber largamente anhelado, fruto de uno de los pasajes más gloriosos de la historia de Carabineros de Chile.

El Teniente Merino, el héroe chileno del siglo XX, como todos los hombres jóvenes, amó la vida con pasión, pero, sin embargo, no dudó en desprenderse de ella para dar cumplimiento a su juramento de servicio, impulsado por una irreductible vocación y lealtad a sus obligaciones profesionales y a los deberes que la patria, por azar del destino y del momento histórico, le demandó tan severamente.

Él respondió revelando las nobles virtudes que adornaban su persona, en un gesto de entrega y sacrificio, que no sólo conmueve al pueblo chileno, sino que despertó también la admiración de Gendarmería Nacional Argentina, institución que, como testigo histórica de la grandeza de este joven mártir, concurrió con una numerosa delegación, con su Comandante en Jefe a la cabeza y un escuadrón de cadetes, a la ceremonia del traslado de sus restos, para rendirle su homenaje y honores, en una muestra de respeto a la valentía desplegada en el cumplimiento del deber, por este joven que rindió su vida, sin contemplar siquiera la posibilidad de rendir ante fuerzas superiores el compromiso de lealtad y entrega, en defensa de la soberanía nacional.

El Teniente Merino, al llegar con su cabalgadura a la cima de alguna colina cercana a Puesto Arbilla el 6 de noviembre de 1965, no ignoraba la gran prueba a la que el destino y la historia lo someterían, y cuando llegó el momento, nos brindó todo lo que su joven vida podía ofrecer por defender la sagrada soberanía de nuestra patria. Y cuando hizo esto, nos legó un tributo de honra e inspiración, pero que, a la vez, nos impone un inmenso deber: de estar a la altura de este sacrificio, de conservar y proteger la dignidad y la soberanía de nuestra patria, mientras exista un aliento de vida.

Hoy, el lugar donde se derramó la sangre del Teniente Merino Correa es territorio argentino. En alguna parte de la vía hacia la solución pacífica de los conflictos entre pueblos hermanos, las autoridades políticas chilenas extraviaron el camino, perdiéndose en los entretelones de los acuerdos y negociaciones, lo que ya se había pagado con sangre.

Cada vez que la defensa de la soberanía nacional ha dependido de las Fuerzas Armadas y de Carabineros de Chile, nuestro país ha mantenido intactos su integridad y su honor. De ello dan fe innumerables episodios registrados por nuestra historia patria.

Hoy, que impera, para bien de los pueblos, el camino de la solución pacífica de los conflictos internacionales, es el momento en que las autoridades políticas deben saldar su deuda con los héroes y mártires forjadores de la nación, ganando también sus propias batallas, con sus propios mecanismos y con el apoyo irrestricto de todos los chilenos, cualesquiera que sean sus concepciones políticas, actuando como una sola fuerzas, para mantener el honor, la integridad y la soberanía que debemos legar a las futuras generaciones, como antes lo han hecho otros, a través de nuestra historia, a un costo tan alto, pagado con gestos tan nobles, como aquel que cobró la vida del joven Teniente de Carabineros Hernán Merino Correa, ¡mi amigo!, quien cayera herido de muerte hace ya 40 años, junto a un añoso árbol de lenga, sobre el suelo de Laguna del Desierto.

He dicho, señor Presidente.

Homenaje del Honorable Senador Rodolfo Stange
Región de los Lagos

Señor Presidente, señores Senadores, ex Senador señor Ronald Mc-Intyre, General señor Yerko Raffo, señores integrantes de la promoción del Teniente Hernán Merino Correa, señores Jefes, Oficiales y delegación de Carabineros de Chile, distinguidos familiares del Teniente Hernán Merino Correa:

Rendir la vida, si fuera necesario, en defensa del Orden y de la Patria”. Jamás debe de haber pensado Hernán Merino Correa, al prestar su juramento de servicio como subteniente de Carabineros en diciembre de 1947, que el destino le tenía deparado a futuro la exigencia de inmolarse por defender el territorio sagrado de la Patria.

Pero nadie que conociera las virtudes morales, la dedicación al servicio público y las sobresalientes condiciones humanas del Teniente Merino habría puesto siquiera en duda que, llegado el momento sublime, no vacilaría en el cumplimiento de lo que había jurado ante Dios y la bandera.

Este trágico momento se produjo el 6 de noviembre de 1965 en la lejana Laguna del Desierto, de la Patagonia Austral, y cuyo aniversario 40 recordamos hoy con respeto y admiración.

Hernán Merino nació en Antofagasta el 17 de julio de 1936, hijo del mayor de Carabineros don Carlos Merino Charpentier y de doña Ana Correa de la Fuente, y, por traslados de sus padres, vivió en Valparaíso y, finalmente, en Limache, junto a sus tres hermanos.

Fue en la Escuela Superior de Hombres de esta ciudad donde comenzó sus estudios y en este establecimiento educacional recibió las primeras nociones de amor a la Patria, a sus héroes y a los símbolos patrios.

El año 1955 ingresa a la Universidad Técnica del Estado y, aunque aprueba estos estudios de primer año, su deseo de ingresar a Carabineros de Chile lo impulsa a efectuar el servicio militar en el Regimiento Coraceros, de Viña del Mar.

Seleccionado en los exámenes, ingresa a la Escuela de Carabineros el 16 de marzo de 1956 y, al igual que sus compañeros de curso, es el producto humano de la formación impartida en esta Institución bajo los rígidos conceptos del servicio a la Patria, el desarrollo de las cualidades de liderazgo y el respeto a los conceptos de honestidad, lealtad y acendrado espíritu de servicio a la comunidad.

Después de perfeccionar sus conocimientos policiales en unidades de Santiago es trasladado, el año 1962, a la Prefectura de Aysén, y es aquí donde destaca en el auxilio de un avión de la Fuerza Aérea que se accidentara en un cerro en las cercanías de Puerto Aisén.

Excelente deportista, el Teniente Merino fue el primero en llegar al lugar del accidente, lo que le permitió salvar con vida al único sobreviviente de esta tragedia.

Con fecha 9 de febrero de 1965 es destinado a la alejada Tenencia Cochrane, distante más de 200 kilómetros al sur de Coyhaique y que sería su última guarnición.

Si se me permite, y para mejor comprensión de las condiciones de vida de entonces de esa zona, deseo agregar algunas situaciones personales que, como Teniente de Carabineros, me correspondió experimentar en ese sector, tan olvidado de nuestra Patria, siete años antes de la llegada a ella del Teniente Merino.

Así, en el año 1953, fui trasladado desde Santiago a la Región de Aisén, y después de dos años en Coihaique se me encomendó la Tenencia fronteriza en el sector del río Baker.

Fue en este lugar donde por primera vez se recibió un reclamo formal de pobladores del sur del lago O´Higgins en el sentido de que gendarmes argentinos habían pretendido convencerlos de que estaban radicados en territorio de ese país.

Esto motivó que se iniciaran las gestiones para instalar un retén en el lado sur del lago O´Higgins, 160 kilómetros más al sur de Cochrane y cerca del sector de Laguna del Desierto. Debido a la absoluta falta de caminos por el lado chileno, el cuartel fue construido en Puerto Aisén y trasladado por partes, en camiones, por territorio argentino, hasta su ubicación definitiva.

Las relaciones policiales y aduaneras en ese tiempo se basaban en el Tratado de Policía de 1919, lo cual permitía el intercambio fronterizo sin problemas.

Chile se beneficiaba especialmente de este convenio, pues en esos años no existían caminos para unir Coihaique o Cochrane con lago O´Higgins. Así, era frecuente que el personal de Carabineros, incluso con armamento, ingresara al territorio argentino para alcanzar estos sectores. Lógicamente, en ese entonces todo viaje se efectuaba a caballo y cualquier comisión de servicio demoraba alrededor de ocho a 20 días.

A la vez, Gendarmería argentina ingresaba a territorio chileno en busca de leña o de lanares o, simplemente, de paseo.

Es decir, existía en ese entonces una franca comprensión de camaradería para sobrevivir en esos terrenos tan agrestes y olvidados por el Gobierno Central chileno.

El sector de Laguna del Desierto, ubicado a 20 kilómetros al sur del lago O'Higgins, que estaba poblado por chilenos que pagaban sus contribuciones en Puerto Aisén o en Punta Arenas, era territorio chileno, y hasta esos lugares alcanzaban normalmente las patrullas de Carabineros en comisión de servicio.

Los medios de comunicación eran muy incipientes, y en ese tiempo solamente la Tenencia Cochrane disponía de radioestación, y no así los retenes de su dependencia. Toda comunicación era a través de mensajeros a caballo.

Tampoco los planos oficiales eran precisos en cuanto a los límites internacionales. Y como la línea divisoria entre ambos países se basaba históricamente en el trazado de los cercos antiguos de las estancias, nadie en Chile dudaba en ese entonces que Laguna del Desierto era chilena.

Estas características perduraban hasta cuando se recibió de la Tenencia Cochrane el Teniente Hernán Merino.

Cabe dejar constancia que en esos años recién las comisiones de Chile y Argentina trabajaban en la fijación de los límites entre ambos países. Y precisamente a fines de octubre y hasta el 3 de noviembre de 1965 -o sea, hasta tres días antes de la muerte del Teniente Merino-, funcionarios de la Comisión Chilena de Límites habían ratificado a Laguna del Desierto como territorio nacional.

Pero el Gobierno argentino continuaba con sus ambiciones. Y, por ello, comenzó una ofensiva diplomática, a la vez que fueron cada vez más frecuentes las amenazas a los pobladores de Laguna del Desierto.

Próximo al mes de noviembre, aviones de guerra argentinos sobrevolaban esa parte de nuestro territorio. Y para preparar la conquista del terreno chileno de Laguna del Desierto, Gendarmería trasladó un escuadrón completo desde el norte de su país, alejando de la frontera a las dotaciones sureñas, con quienes Carabineros mantenía esa armonía tan necesaria en terrenos tan inhóspitos.

Todos estos movimientos de fuerzas argentinas no pasaban inadvertidos por Carabineros, que había instalado un destacamento en el puesto Arbilla, al sur de la laguna, y el Teniente Merino, a cargo de ella, había remitido informe escrito, por mensajero a caballo, a sus superiores. En él anunciaba su determinación de defender hasta con su vida si Gendarmería pretendiera ocupar ese territorio chileno, demostrando un arrojo reflexivo, cuyas acciones las cumpliera posteriormente, plasmando de este modo su calidad de héroe.

El 31 de octubre de ese año, el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, actual Senador don Gabriel Valdés, y el Ministro argentino, Leopoldo Suárez, habían acordado verbalmente la solución pacífica del conflicto, fijando un plazo para que tanto Carabineros como Gendarmería despejaran el área en discusión, como statu quo, y mientras resolvieran las Comisiones de Límites.

Recién el 6 de noviembre -o sea, seis días después-, debido a la dificultad de comunicaciones, se recibieron las instrucciones del Gobierno en el puesto Arbilla, al sur de Laguna del Desierto.

Seis funcionarios de Carabineros comenzaron de inmediato su repliegue hacia el lago O'Higgins, permaneciendo otros seis, al mando del Mayor Miguel Torres, y del Teniente Hernán Merino en el improvisado cuartel, para preparar también su pronta retirada.

Se partía de la base de que Gendarmería también respetaría este acuerdo y no avanzaría hacia Laguna del Desierto.

Sin embargo, y sorpresivamente, alrededor de las 16:30 horas de ese 6 de noviembre, las fuerzas de Gendarmería, en pie de guerra y con fotógrafos, rodearon el campamento chileno. Ante ello, el Mayor Torres, desarmado y con la experiencia de la confraternidad entre ambas Policías, trató de parlamentar con los jefes de Gendarmería. Pero un certero disparo hirió mortalmente al Teniente Merino, que lo acompañaba, armado de su fusil. Y luego varias ráfagas hirieron también al Sargento Miguel Manríquez.

Terminados los disparos, yacía muerto el Teniente Merino y gravemente herido el Sargento Manríquez. Ambos, a lomo de caballo, y llevando al Mayor Torres y al otro carabinero en calidad de prisioneros de guerra, las fuerzas argentinas los trasladaron por diversos medios hasta Río Gallegos.

El inútil asesinato del Teniente Merino en aquellas lejanas tierras de la Patagonia enardeció los ánimos de los chilenos, y manifestaciones públicas de repudio se sucedieron hasta varios días después.

Hoy, los restos mortales del héroe del siglo XX reposan a los pies del monumento a los carabineros caídos en actos de servicio, en Santiago.

Sin lugar a dudas, los ocho años de permanencia en la Región de Aisén, y el conocimiento que adquiriera del sector del lago O'Higgins fueron motivo para que en la madrugada del 7 de noviembre, apenas se tuvo conocimiento en Santiago del asesinato del Teniente Merino, la Jefatura de Carabineros me encomendó la misión de viajar con dos tenientes y 60 cabos de la Escuela de Suboficiales de Santiago, por vía aérea, hasta Coihaique. Desde aquí, por parcialidades y en aviones monomotor, se alcanzaba una pista muy improvisada, al sur de lago O'Higgins.

Se sabía que aún permanecía Gendarmería Argentina en el sector y, por ello, nuestra misión era impedir con las armas que continuaran avanzando hacia el norte, quizás con la ambición de alcanzar la ribera sur del lago O'Higgins.

Recién entonces se paralizaron las acciones violentas, dejando las soluciones en manos de los Gobiernos de Chile y Argentina.

En nombre de la Unión Demócrata Independiente, como ciudadano, y especialmente como antiguo General Director de Carabineros, rindo homenaje a la memoria del teniente Hernán Merino Correa, y expreso los sentimientos de respeto y admiración a los distinguidos familiares que nos acompañan en esta solemne sesión.

El recuerdo del Teniente Merino y su accionar valiente y decidido sobreviven en cada unidad policial, y ha servido para plasmar en las generaciones de carabineros una característica doctrina institucional. Y en calles, plazas de ciudades o en escuelas, el nombre del Teniente Merino recuerda a los ciudadanos y a las generaciones futuras que en el siglo XX hubo un carabinero que murió en defensa del territorio patrio.

Quiera Dios que las políticas vecinales e internacionales de Chile no necesiten de soluciones de fuerza; pero si ello ocurriere, no dudo de que surgirán numerosos jóvenes que no temblarán en ofrendar su vida en defensa del sagrado suelo patrio, siguiendo el ejemplo del Teniente Hernán Merino Correa.

He dicho, señor Presidente.

Homenaje del Honorable Senador y gestor del reconocimiento al mártir de Carabineros
Antonio Horvath, Región de Aysén


Senador Antonio Horvath, región de Aysén

En primer lugar, quisiera saludar en nuestra tribunas a los familiares de Hernán Merino Correa, sus sobrinos, al mayor de Carabineros Hernán Merino Briceño, al abogado, don Guillermo Felipe Merino, los hermanos del teniente Hernán Merino se encuentran delicados de salud y hubiesen querido estar con nosotros y sabemos muy bien que lo están de corazón.

También quisiéramos saludar a las delegaciones de la Corporación de Defensa de la Soberanía del Centro de Estudios Lircay, del Salón Teniente Merino, del Grupo Guardia del Congreso Nacional de Carabineros, el Círculo de Carabineros y Fuerzas Armadas en retiro, al ex Senador y Almirante Ronald Mc-Intyre y al general en retiro don Yerko Raffo.

Rendir homenaje al Teniente Hernán Merino Correa con motivo de cumplirse 40 años de su trágica muerte en que se sacrificó por los colonos de la Patagonia chilena, cumpliendo su juramento de honor como Carabinero, no sólo nos sobrecoge y llena de emoción, sino que también nos hace reflexionar acerca del significado de su vida, de sus acciones, del ejemplo que nos ha legado y también de cómo debemos prevenir y resolver los conflictos de límites y cómo estructurar una patria digna que nos permita relacionarnos bien entre nosotros y con nuestros países vecinos.

Las causas y hechos que llevan a su sacrificio del 6 de noviembre de 1965 se dan en la manera en que se nos enseñan las configuraciones territoriales. Hasta no hace muchos años se enseñaba en el vecino país que Chile llegaba sólo hasta Puerto Montt y que el resto se lo habíamos quitado a ellos.

Las diferencias de límites entre Chile y Argentina al sur de Valdivia por no coincidir la línea divisoria de agua (hidrográfica) con la de altas cumbres (orográfica) que tiene en sus partes más de 200 kilómetros de separación por motivos geomorfológicos fueron llevadas de común acuerdo al arbitraje británico en 1898, tribunal que revisó todos los antecedentes de este vasto e intrincado territorio que fue explorado y reconocido por Chile a cargo del geógrafo Juan Stefen Hoffmann y por Argentina a cargo de don Francisco Pascasio Moreno.

En 1902 se produjo un fallo más bien transaccional que respetó ocupaciones del territorio, más bien montadas para estos efectos y en 1903, a petición de las partes, el mismo tribunal hizo la demarcación. Entre el sur del lago O´higgins-San Martín y el Monte Fitz Roy la demarcación estuvo a cargo del capitán británico Crostwaith.

La Laguna del Desierto recién fue colonizada por chilenos a partir de 1921 y sólo en la década de 1930 fue dada a conocer por las exploraciones realizadas por el salesiano José María de Agostini. Este verdadero lago quedaba en la porción demarcada para Chile, aunque sus aguas vertieran en cuenca atlántica. Conocimientos posteriores de la geografía no invalidan los acuerdos de límites según las normas y prácticas del Derecho Internacional.

Los colonos chilenos -entre ellos las familias Sepúlveda, Ovando Cárdenas en extremo aislamiento al igual o más que muchas otras familias patagónicas de la extensa zona fronteriza- tenían que recurrir al uso de porciones del vecino país para paliar sus problemas legales, educacionales, de salud, abastecimiento, movimiento de ganado, que en alguna medida todavía ocurren.

El año 1965 el Gobierno de Arturo Illía vivía momentos difíciles en Argentina con riesgo de intervención militar que de hecho después ocurrió.

Estas presiones se manifiestan en los puntos sensibles como lo son las áreas fronterizas, muchas de ellas en la Patagonia y muy específicamente en Laguna del Desierto, cuyos pobladores eran objeto de crecientes hostilidades. Ellos denunciaron que enfrentaban una presión creciente y que no podían mover sus animales a la venta como lo hacían tradicionalmente.

Se envío Carabineros a estudiar la situación y entre ellos al joven teniente Hernán Merino Correa que se caracterizaba por un alto espíritu de servicio, vehemencia y amor patrio.

Para llegar a este hermoso enclave situado al sur del lago O´Higgins San Martín y en el borde nororiental del Campo de Hielo patagónico Sur resulta extremadamente difícil, lo que sólo se podía hacer de a pie y de a caballo, contemplando para estos efectos muchas jornadas.

Este especial lugar está a más de 2 mil kilómetros al sur de nuestro Congreso Nacional y sigue siendo aún hoy uno de los sectores más aislados del país.

Los Mandatarios Eduardo Frei Montalva y Arturo Illía en conocimiento de las hostilidades y de que había una patrulla de reconocimiento de Carabineros en el lugar asistiendo a los colonos para evitar problemas acordaron en Mendoza retirar a todos los uniformados del sector sur de Laguna del Desierto.

Pese a las dificultades se alcanzó a avisar a los Carabineros y cuando éstos se aprestaban a regresar de su precario puesto fueron emboscados por un numeroso grupo de gendarmería, asistido por el Ejército y la aviación naval del vecino país.

Efectuado un primer disparo en contra de ellos, el teniente Hernán Merino sin titubear protegió al mayor Miguel Torres siendo acribillado alevosamente en el lugar. Lo grave es que en pleno duelo nacional se dio orden de retirar a todos los Carabineros y a los pobladores chilenos del sector, dejando a los gendarmes ocupando ilegalmente el área.

La zona austral continuó siendo centro de tensiones como lo fueron los casos del diferendo del canal Beagle que nos llevó a un casi enfrentamiento bélico al desconocerse unilateralmente el fallo arbitral acordado por las partes.

Después de la toma de las islas Malvinas o Falklands y Georgias del Sur las autoridades militares del vecino país declararon que a continuación se iban a tomar el sur de Chile.

Con el advenimiento y reconstrucción democrática del país en forma acelerada se pretendió resolver todos los problemas de límites pendientes con Argentina, veintidós de fácil solución técnica, el de Campo de Hielo patagónico sur a una línea intermedia entre la línea acordada por los dos países y que no fue necesario llevarla al arbitraje británico en 1898 y una nueva línea de interpretación posterior por parte del vecino país que finalmente no prosperó y que hubo que llevarla a un nuevo acuerdo en la cual dos tercios del área en disputa se encuentran aún pendientes en una Comisión Mixta de límites. Y el territorio de Laguna del Desierto a un arbitraje.

Este arbitraje por el territorio de Laguna del Desierto resulta mal desde la partida, al igual que la situación que llevó al sacrificio al Teniente Hernán Merino Correa. Las características del tribunal acordado, las reglas del juego que se dieron y porque Chile sólo se apegó a un legalismo excesivo de statu quo con fecha crítica mientras Argentina terminó de ocupar el lugar, construyendo caminos y haciendo un pueblo en el área en pleno proceso. El resultado de todos estos vicios es conocido y no voy a entrar en mayores detalles.

Visitamos hace tres años el lugar donde ofrendó su vida Hernán Merino Correa, con un grupo de personas de Aisén. Le rendimos homenaje e instalamos una gran cruz de acero en el lugar. Contamos con el apoyo del actual propietario del campo y nos ha autorizado a levantar un monumento y una capilla aledaña al sector.

La enorme superficie del valle de Laguna del Desierto alberga hoy prósperos campos, caminos y una ciudad turística que recibe 40 mil turistas extranjeros por año y que va acrecentándose en el tiempo. Los colonos chilenos perdieron sus campos, viven o sobreviven en condiciones precarias y no han recibido ni siquiera una compensación del Estado chileno.

Hernán Merino Correa dio su vida por ellos, sembró con su sangre el territorio que ellos habían colonizado y antes tuvo muchos actos de heroísmo. En 1959 rescató de las aguas del Biobío, en Santa Bárbara, a una madre embarazada y más tarde, en 1963, participó en el rescate del único sobreviviente del accidente aéreo de un avión FACh que llevaba 20 personas, entre los cuales perdió la vida el Obispo de Aisén, César Gerardo Vielmo.

Un héroe de la talla de Hernán Merino Correa no es el producto de un momento: se da por su formación familiar, por la de su Institución de Carabineros, por encarnar el amor por Chile de todos nosotros en la forma más pura y sublime.

Hoy, el vecino país ha reconocido en la investigación histórica sus fallas, que han sido fuente de estos conflictos.

Sin embargo, en el Congreso Nacional podemos manifestar que el sacrificio y muerte de Hernán Merino Correa no fue en vano. Al contrario. Está llena de significado, pues muestra cómo sanamente un pueblo ama a su patria, su naturaleza, sus pobladores, su identidad cultural. Y así, en este sano amor, respeta y se hace respetar por los otros países del mundo.

Muchas gracias.


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