Artículo Editorial de
Carlos Martínez, cientista político e investigador medioambiental
Publicado en "La Tercera" del lunes 28 de noviembre de 2005
En estas páginas, hace un tiempo, señalé
mi preocupación por la adquisición de la hacienda Chacabuco por parte de la
esposa de Douglas Tompkins, la señora Kriss Mac Diwitt, argumentando que está
muy cercana de una de las grandes reservas hidroeléctricas del país. En esa
oportunidad afirmé que "actualmente esta preocupación coincide con momentos
de alta sensibilidad sobre el tema energético, por lo que aumenta el grado de
inquietud sobre estas adquisiciones".
Parece que mi preocupación no era errada: Hace unos días Mac Diwitt,
propietaria de la hacienda Chacabuco, vecina a los proyectos de
hidroelectricidad que proyecta Endesa en la zona, declaró a La Tercera que
veía a aquellos como monstruosos y como una amenaza para la zona. Agregó que
"el gobierno y la empresa tratan de venderles la iniciativa a los chilenos
con técnicas de publicidad y marketing, con la asesoría de Eugenio Tironi".
Y luego se pregunta, ¿Por qué la empresa necesita contratar al consultor de
comunicaciones más caro de Chile, con intensos vínculos? Yo pregunto, ¿Y por
qué no?
El ecologista Juan Pablo Orrego, quien encabeza la oposición a estos proyectos
energéticos, las emprende en un artículo en contra del Presidente, del
ministro de Economía, del intendente y el gobierno en general por escuchar las
propuestas de Endesa. Y responsabiliza -¡Oh, coincidencia!- a Tironi de este
despliegue mediático y de marketing: "Lo de 'puertas abiertas' no pasa de ser
otro astuto slogan del asesor comunicación de Endesa, Eugenio Tironi". Usando
los mismos argumentos, las mismas palabras, los mismos calificativos, en una
especie de ventriloquia ideológica, palabras calcadas, surgidas de la misma
ideología antidesarrollo.
Pero veamos otros argumentos. La señora Mac Diwitt afirma que "arruinarían
en forma irreversible las cuencas de los ríos Baker y Pascua y cambiarían para
siempre la faz de la Región de Aysén, en el corazón de la Patagonia".
Orrego, por su parte, dice que "los beneficios hay que compararlos con los
costos de la destrucción de las cuencas del Baker y del Pascua en el corazón
de la Patagonia chilena...".
"No puede ser que empresas extranjeras y gobiernos autoritarios nos
impongan proyectos energéticos que responden sólo a la infinita necesidad de
lucro de las transnacionales", dice la ecologista norteamericana, sin
aclarar qué gobierno se hace merecedor de este calificativo. Supongo que no se
refiere al gobierno chileno, el cual ha entregado todas las facilidades para
sus proyectos.
Orrego reflexiona sobre la venta de electricidad a otros países. "¡Por
favor!, Endesa-España no es Chile, no es estatal, no es ni siquiera chilena.
Entonces, que nos expliquen por qué las autoridades parecen dispuestas a
regalarle el patrimonio natural del país, bienes nacionales de uso público
como nuestros ríos y lagos únicos a una empresa privada para que haga un
negocio privado de venta de electricidad a otros países". Mac Diwitt, por
su parte, señala que los beneficios derivados de este proyecto "se fugarían al
extranjero, a los bolsillos de los accionistas de Endesa. ¿Por qué regalarle
la Patagonia a una empresa extranjera?"
Desde estas premisas no habría empresa foránea con inversiones en Chile que
sea legítima. ¿Qué esperan Orrego y Mac Diwitt? ¿Deberíamos expropiar las
actividades extranjeras en recursos naturales? Desde ese prisma ninguna
empresa extranjera con operaciones en Chile debería funcionar. Habría que
cerrar la minería, la pesca, la acuicultura. Este lenguaje nos hace recordar
un cierto aroma a teorías económicas obsoletas y de triste experiencia en
Chile.
En definitiva, su ideología no les permite aceptar ninguna ventaja del desarrollo,
pero nadie de ellos explica qué alternativas tiene para el desarrollo energético
del país y el crecimiento económico (¿Creerán en el crecimiento?). Hay que
mirar con atención estas palabras de ambos ecologistas. No es la protección
del medioambiente lo que transmiten, sino una visión ideológica y un modelo
económico que está moviendo una campaña en contra de proyectos que, desarrollados
correctamente, serán de gran provecho para el país. Como ya lo ha dicho el
ministro Jorge Rodríguez, de una riqueza igual a la minería.
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