por Eduardo Valenzuela González
Sólo en nuestro país, cuya casta
política tiene enquistada la mala costumbre de engañar y engañarse a sí
misma, se puede dar un cuadro tan patético como las sui generis
interpretaciones triunfalistas respecto de los resultados de las elecciones
del 11 de diciembre pasado. Al escuchar a los dirigentes de partidos y
comandos con sus excéntricos razonamientos, queda la convicción que cada
sector está cautelando sus intereses particulares, para reforzar sus
posiciones políticas y económicas, más que pensando en el país y sus grandes
necesidades.
Todos los partidos políticos, sin excepción, han celebrado con grandes
festines su “monumental éxito electoral”. La Concertación se abraza por su
seguro triunfo presidencial en segunda vuelta, pues con el 45.9% obtenido
por Bachelet los deja con la tarea casi hecha. Además, celebraron su mayoría
parlamentaria (55.7% en senadores y 51.8% en diputados).
La Alianza por Chile, en tanto, festejó en grande su infantil ilusión de
ganar en segunda vuelta y por mantener su cuota electoral que le permita
tener la Santa Alianza con sus compinches de la Concertación. La votación
obtenida por la Derecha, Joaquín Lavín (23.2%) y Sebastián Piñera (25.4%),
quien pasó al balotaje, llega a un 48.6%, cifra casi imposible de volver a
obtener en segunda vuelta. Aunque perdieron escaños de diputados y senadores
mantienen una sobredimensionada representación parlamentaria, gracias a
nefasta ley electoral binominal.
Por último, la lista de Izquierda con su pacto Juntos Podemos Más, logró su
votación histórica: 5.4% el presidencial Tomás Hirsch, 7.4% en elecciones a
diputados y un 6% en senadores. Obviamente fuera de todo protagonismo
político y muy probablemente muchos de sus votos pasarán a Bachelet en
segunda vuelta, tal como ocurrió en 1999, con el apoyo del Partido Comunista
que dio el triunfo al presidente Ricardo Lagos.
Los únicos que no celebran son los independientes que tuvieron la osadía de
enfrentar a los conglomerados políticos nacionales y que, como era
predecible, su gesto valiente de romper el esquema asfixiante que nos han
impuesto. Sin embrago, fue electa a diputada por la circunscripción de
Arica, Marta Isasi, representando a Partido Acción Regionalista de Chile; y
el sorprendente triunfo del electo senador Carlos Bianchi en Punta Arenas,
quien por primera vez logra derrotar a La Concertación y La Alianza por
Chile.
Más allá de las estadísticas y las fastuosas celebraciones, queda la
sensación que el “circo” electoral terminó. Las ráfagas de ofertas y
promesas de mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo, durarán hasta
la segunda vuelta y sólo debemos esperar que en enero próximo la señora
Bachelet se corone como la “Madre de Chile”. Pero la vida sigue; y con ello
el drama de miles de compatriotas que día a día luchan denodadamente por
salir del círculo vicioso de la cesantía, endeudamiento, y la endémica
pobreza que corroe la vida social del pueblo de Norte a Sur, de Mar a
Cordillera.
Los partidos ganan y Chile pierde. Así ha sido en los últimos años y basta
con hacer una mínima revisión histórica para darse cuenta. Los poderes
ocultos que manejan el tinglado político y económico a nivel internacional,
saben que Chile está “domado” y con la Santa Alianza entre la Concertación y
La Derecha hay garantía de estabilidad, para no poner en riesgo sus
granjerías y privilegios de casta. No hay que hacerse expectativas de
cambios profundos y virajes que beneficien al pueblo, pues no tocarán el
modelo económico, menos el sistema político e impedirán que se exprese la
ciudadanía y sus organizaciones, ya que son incompatibles con el sistema de
dominación global sustentada en los partidos políticos y sus satélites
(medios de comunicación, monopolios transnacionales y el capitalismo verde).
Chile pierde ya que no tocarán el
modelo económico especulativo financiero. Como ha sido hasta ahora, nuestros
gobernantes seguirán las directrices del Banco Mundial y Fondo Monetario
Internacional con lo que sólo se puede esperar menor inversión social, más
privatizaciones y la obsesión por mantener las cifras macroeconómicas, lo
que genera, inexorablemente, alta tasa de cesantía. Obviamente no habrá
cabida para el desarrollo de las Pymes y microempresarios, pues con los
tratados de libre comercio es difícil que puedan aspirar a crecer. Los
bancos y casas comerciales ávidas de ganar dinero, seguirán su estrategia de
fomentar el sobreendeudamiento para tener mayor utilidades sin generar un
puesto de trabajo productivo, sólo usura, cáncer inevitable en nuestros
días.
Finalmente el gobierno de Lagos exhibe con toda pompa las grandes
construcciones viales, obviando que nuestro país no sólo se estancó en
materia de distribución de la riqueza, sino que bajó su índice, quedando al
mismo nivel de los países más pobres de África. Por eso, Lavín y Piñera con
un descaro pavoroso manifestaron su intención de corregir el modelo; igual
cosa con la Concertación, incluso la Democracia Cristiana explotó
mediáticamente este tema; y para qué decir el bloque PPD-PS, los adalides de
la justicia social. Tanta generosidad por el prójimo parece provoca todo
tipo de suspicacias, o como dicen en el campo “el diablo vendiendo
cruces".
El sistema político no se moverá un ápice. El sistema electoral binominal cuenta con el fanático apoyo de la Derecha, pues su negocio es redondo: el 31% es igual al 60%. Vale decir, se aseguran siendo minoría una cuota de poder legislativo como nunca habían tenido. La Concertación, por otro lado, vocifera en contra del binominalismo, pero jamás han tenido la voluntad política para cambiarla, pues igual les ha beneficiado. Por eso esta profesión de fe hacia un sistema electoral proporcional, es sólo discurso. Ambos bloques en el poder tiene su cuota y las falsas confrontaciones son parte de la trama de engaños y mentiras, basta con verlos como en estos días, pletóricos de alegría, con efusivos abrazos se felicitaban los presuntos contrincantes electorales por los resultados favorables. Los partidos ganan... Chile pierde.
Por otro lado, al consagrarse el poder absoluto de los partidos con las modificaciones constitucionales de septiembre pasado, se castra toda posibilidad para que las organizaciones y el movimiento social tengan participación en los temas públicos. Más aún, al ser infiltrados por los partidos, se trasforman en apéndices funcionales al sistema imperante. Por ello, no es de sorprender que la CUT esté coqueteando con la Concertación; o como muchos gremios mantienen a insignes militantes encabezando sus directivas. Por ahora, los partidos mandan y quienes nos oponemos a esta burda manipulación, quedamos fuera de los circuitos del poder. Curioso resulta que una minoría exclusiva, las directivas de los partidos políticos, tengan la capacidad de manejar a millones de ciudadanos; más extraño aún, que esta tribu, no obstante ser muy mal evaluada en las encuestas y esté en el abismo del desprestigio, sea capaz de convocar a millones de chilenos a votar por ellos. Es la perfecta combinación de control mental y hegemonía cultural la que los valida elección tras elección y ellos lo saben. Por eso... Chile pierde.
Pero estas derrotas deben ser el punto
de partida para convocar a miles de chilenos a revelarse. No todos
participan este grotesco show: los más de 2.5 millones de no inscritos, los
casi 600.000 votos nulos y blancos son una base social extraordinaria y una
gran oportunidad de romper el cerco de la exclusión social. Los partidos
están conscientes de aquello, pero mientras no se manifiestan los
desencantados se mantendrán en el poder sin ningún interés en abrir espacios
de participación.
Por eso, las fuerza patrióticas, de inspiración y vocación Nacionalista,
tienen el deber moral e histórico de convocar a la creación de un gran
referente social, político y cultural. No basta con la crítica o la
contemplación, sino que se debe enfrentar con el mismo valor y arrojo que
tuvieron nuestros héroes del pasado, los forjadores de nuestra nacionalidad,
la realidad que nos toca vivir. El Nacionalismo está impregnado de valores
trascendentes y espiritualidad superior; el amor a la patria y a su pueblo,
el honor para cumplir con la palabra empeñada, la lealtad a los principios
son parte sustancial de esta doctrina; y nuestros compatriotas necesitan una
oportunidad para marchar con disciplina y unidad de acción por el camino
redentor de hacer justicia para todos los hijos de nuestra tierra tutelar.
Centro Informativo de ALERTA AUSTRAL - Santiago de Chile - http://www.alertaaustral.cl - 2005