EL TESTAMENTO POLÍTICO
DEL PRESIDENTE BALMACEDA

Por Cristian Salazar Naudón
Secretario General de la Corporación de Defensa de la Soberanía


El 7 de enero de 1891, el Capitán de Navío Jorge Montt, incentivado por grupos liberales y plutócratas, levantó a una parte de la Escuadra chilena en contra del Gobierno del Presidente José Manuel Balmaceda, luego de que éste, sin esperar la aprobación del Congreso y cuando la crisis política se extendía como un reguero de pólvora esperando una chispa, publicara los presupuestos anuales. Había comenzado la Guerra Civil entre las fuerzas presidencialistas y parlamentarias, uno de los períodos más infaustos de nuestra historia patria y sin parangón en la historia universal, pues se dio la guerra entre dos poderes del Estado que vinieron a constituir los bandos: el Ejecutivo y el Legislativo.

Una de las primeras víctimas del conflicto fue el histórico blindado "Blanco Encalada", echado a pique frente a Caldera por las fuerzas leales al Presidente, comandadas por Carlos Moraga. Avanzado el conflicto, la sangre tiñó la camisa de unas diez mil almas. Balmaceda, por gestiones de su cuñado Uriburu, recibió asilo en la Legación argentina, mientras el ilustre General Manuel Baquedano tomaba momentáneamente el poder en Santiago intentando restituir la calma, el 28 de agosto. Irónicamente, sólo hasta unas semanas antes el Presidente se estaba preparando para lo que parecían ser una inminente guerra con el vecino país, derivada de profundas diferencias surgidas en torno a la interpretación del Tratado de 1881, por el cual Chile cedió la totalidad de sus derechos en la Patagonia Oriental a la Argentina.

El presidente se mantuvo asilado sólo hasta la fecha en que terminaba su período constitucional, en Fiestas Patrias, pues no quería comprometer a la Legación argentina en un eventual asalto de las fuerzas revolucionarias. El 18 de septiembre escribió a su amigo Bañados Espinosa su declaración final sobre aquella crisis moral que iba afectar a Chile en tiempos siguientes, con prodigiosa precognición. Sería su famoso "Testamento Político". Las conclusiones a las que llega Balmaceda en sus horas finales son sorprendentes, pues nos pone a la vista la esencia de todos los problemas nacionales que siguieron a la revolución (o "contrarrevolución", como la llamara Ramírez Necochea), testimoniando la sincera convicción nacionalista que, en aquel momento, animaba al gran estadista, apuñalado en su espalda por grupos liberales con cierto nivel de apoyo e influencia desde el capitalismo internacional. Dice allí, Balmaceda (los destacados son nuestros):

"Mi vida pública ha concluido. Debo, por lo mismo, a mis amigos y a mis conciudadanos la palabra íntima de mi experiencia y de mi convencimiento político".

"Mientras subsista en Chile el gobierno parlamentario en el modo y forma en que se ha querido y tal como lo sostiene la revolución triunfante, no habrá libertad electoral ni organización seria y constante en los partidos, ni paz entre los círculos del Congreso".

"El triunfo y el sometimiento de los caídos producirán una quietud momentánea; pero antes de mucho renacerán las viejas divisiones, las amarguras y los quebrantos morales para el Jefe del Estado".

"Sólo en la organización del gobierno popular representativo, con poderes independientes y responsables y medios fáciles y expeditos para hacer efectiva la responsabilidad, habrá partidos con carácter nacional y derivados de la voluntad de los pueblos y armonía y respeto entre los poderes fundamentales del Estado".

"El régimen parlamentario ha triunfado en los campos de batalla, pero esta victoria no prevalecerá".

"O el estudio, el convencimiento y el patriotismo abren camino tranquilo y razonable a la reforma y a la organización del gobierno representativo, o nuevos disturbios y dolorosas perturbaciones habrán de producirse entre los mismos que han hecho la revolución unidos, y que mantienen la unión para el afianzamiento del triunfo, pero que al fin concluirán por dividirse y por chocarse".

"Estas eventualidades están más que en la índole y el espíritu de los hombres, en la naturaleza de los principios que hoy triunfan y en la fuerza de las cosas".

"Este es el destino de Chile, y ojalá las crueles experiencias del pasado y los sacrificios del presente induzcan a la adopción de las reformas que hagan fructuosa la organización del nuevo gobierno, seria y establece la constitución de los partidos políticos, libre e independiente la vida y el funcionamiento de los poderes públicos y sosegada y activa la elaboración común del progreso de la República. No hay que desesperarse de la causa que hemos sostenido ni del porvenir".

"Si nuestra bandera, encarnación del gobierno del pueblo y verdaderamente republicano, ha caído plegada y ensangrentada en los campos de batalla será levantada de nuevo en tiempo no lejano, y con defensores numerosos y más afortunados que nosotros y flameará un día para honra de instituciones chilenas y para dicha de mi patria, a la cual he amado sobre todas las cosas de la vida".

"Cuando ustedes y los amigos me recuerden, crean que mi espíritu con todos sus más delicados afectos estará en medio de ustedes".

En la tarde del día 19 de septiembre de 1891, decidido a no entregarse, Balmaceda se tendió sobre la cama de su improvisada habitación, dejando las cartas a sus amigos y familiares en un escritorio junto a este elocuente "Testamento", y se suicidó de un disparo en la sien.


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