CRÓNICA DE LA MONTAÑA
DE MELIMOYU

Rafael Videla Eissmann


Al hombre que me indicó la Región Polar
y los sueños que espera

el momento de su consumación.

LAS EXPEDICIONES

Don José Manuel de Moraleda y Montero, alférez de fragata y primer piloto de la Armada, nacido en España, probablemente en Andalucía alrededor del año 1752, fue quizás el primer hombre en registrar la existencia de la Montaña de Melimoyu. Siendo Moraleda parte de las exploraciones al sur de Chile que fueron impulsadas por España en su afán de alcanzar un mejor conocimiento de sus posesiones de ultramar, el piloto dejó registro de sus expediciones en su trabajo Esploraciones Jeográficas e Hidrográficas, obra escrita entre 1786 y 1793, quedando en el olvido hasta que es publicada con una introducción de Don Diego Barros Arana en Chile en 1888. Es necesario destacar que en el manuscrito original de Moraleda, éste escribió Melimogu.

Es en la segunda parte del libro, que abarca su cuarta expedición, es decir, los viajes de exploraciones al sur de Chile entre los años 1792 a 1793, en la piragua Nuestra Señora del Rosario, donde encontramos en el capítulo Segunda Salida del puerto de San Carlos, el siguiente párrafo donde el piloto Moraleda anota:

"Diseño de la isla del Refujio i entradas del canal de este nombre al puerto de Santo Domingo; demorando el morro de Palena (B) al E 23º; la punta (C) norte de la isla al E 12º N.; el cerro de ella nombrada Bonete (A) al E 5º S.; la montaña Melimoyu (D) al E 8º S.; la punta sur de la isla llamada morro Campanario (E) al E 36º S., i lo más al sur de la islita Yalaz (F) al E 4º S. distancia de (G), que es lo más inmediato, 13 millas"[1].

Más adelante, en el capítulo titulado Breve descripción del Puerto de Santo Domingo, situado en la costa occidental patagónica, Moraleda señala:

"Rodeando enormes elevadas masas de piedras piramidales i escarpadas las mas, cubiertas en parte de arbustos i borra verde, que compiten en altura con la gran cordillera nevada de donde se derivan tan inmediatamente, que la alta montaña de Melimoyu (o las cuatro tetas) toda cubierta de eterna nieve, i que es una de las nueve que esta porción de la cordillera real se particularizan por su elevación, sirve de término a la quebrada del medio, a distancia de 2 ½ millas del mar"[2].

En el capítulo siguiente, es decir, en la Derrota al puerto de Santo Domingo, situado en la latitud austral de 44º26’32” i en lonjitud de 66º46’40” occidental del meridiano de Cádiz, Moraleda explica el significado del nombre de la Montaña patagónica:

"En tiempo claro la mejor señal de reconocimiento para dirijirse a la boca del canal Refujio es la montaña de Melimoyu: esta es la más cubierta de nieve de todas las nueve que, como he dicho, se particularizan en la porcion de la cordillera real comprendida entre los 41 i 47 grados de latitud; tiene en su cima cuatro prominentes peñascos, de donde le viene el nombre (en idioma veliche, comun de la provincia de Chiloé, melimoyu quiere decir cuatro tetas) i le ocasionan no poder ser equivocada con otra alguna de las nevadas; previniendo que en la derrota anterior solo se le ven tres de dichas tetas, pues para verle las cuatro es necesario demore próximamente al N N E. es la altura que en mi concepto puede verse a 40 o mas leguas de distancia; está al E 31º S. del citado puerto, por lo que en la navegación dicha, llevándola por la serviola de estribor desde que se vea, se irá a recalar indispensablemente a la boca del espresado canal".

"Se le han observado a la aguja 18º32’ de variación N E. en estas costas, la que sucesivamente se va disminuyendo aunque con mucha lentitud, respecto a otros lugares"[3].

Robert Fitz Roy en su libro Narrative of the Surveying Voyages of H.M.S Adventure and Beagle publicado en 1839, registra las impresiones de la exploración científica del Mar del Sur que tuvo lugar entre 1832 y 1836 con dos buques hidrográficos: el Adventure y la Beagle. El objetivo de la expedición británica era realizar un levantamiento exacto de las costas meridionales del extremo austral de Sudamérica, desde el Río de la Plata hasta la Tierra del Fuego y Chiloé. En la obra citada, Fitz Roy registra también en la zona la existencia de la Montaña de Melimoyu[4].

Por su parte, el capitán de fragata Ramón Serrano Montaner, a cargo del reconocimiento hidrográfico del canal Fallos, del Río Palena y del seno Newman, impulsadas por el Ministerio de Marina en el año 1885, consigna también a la Montaña de Melimoyu. En el Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, bajo el título  de Reconocimiento del Río Buta - Palena i Canal Fallos por el Vapor de la República “Toro”, publicado en el año 1886, en el capítulo II denominado Reminiscencias históricas sobre el río Buta - Palena, dedicado a las exploraciones en busca de la Ciudad de los Césares en el sur de Chile, Serrano Montaner manifiesta:

"Entre estos viajes, recuerdan aun los moradores de las islas del interior de Chiloé, uno efectuado en el año 1838 por un indio de la isla Chaulinec, llamado Caulacan, i que voi a permitirme citar aquí, tal como lo refiere la tradicion, porque dará la medida del estado moral de esa jente".

El citado indio tambien deseaba ir a establecerse a Los Césares, la ciudad de los techos de plata i de las mujeres de ojos azules y cabellos de oro, i para realizar sus pensamientos enajenó todos sus bienes i se encaminó en seguida al Buta - Palena. Cuentan que navegó ocho días en las aguas de ese rio, que consiguió pasar los primeros rápidos i como una media legua mas arriba atravesó por la boca de un afluente angosto i mui torrentoso (probablemente un rio que baja del Melimoyu), i que, jornada i media mas adelante, llegó fácilmente a un lugar donde el rio toma la apariencia de lago con corriente mui lenta, tierra baja i llana a cada lado i el valle abierto al Este. Agregan que durante varios dias anduvo vagando por estos lugares en busca de animales vacunos, sin conseguir encontrar ningun ejemplar, que había gran cantidad de cipreses o cedros mui crecidos, de 20 a 30 metros de largo, sin contar la parte ramosa, que suelen caer a las orillas del rio i en seguida son arrastrados por la corriente; i que las altas cumbres de los Andes se encontraban ya al Oeste. Pero en la sétima noche oyeron los viajeros unos «bramidos mui fuertes i feos», que según el decir de ellos, que atribuyeron al Peuchen del rio, enfadado i por tanto atrevimiento i haberse permitido llegar a un lugar tan inmediato a la ciudad encantada. Estos ruidos les infundieron gran pavor, i sin ánimo para seguir adelante, regresaron al octavo dia. El infeliz Caulacan llegó a su tierra pobre i arruinado, por haber invertido en el viaje cuanto tenía"[5].

Interesantes hechos son la existencia de los árboles de gran tamaño y los ruidos como «bramidos mui fuertes i feos», presenciados en las cercanías de la montaña de Melimoyu, a pesar de que Serrano Montaner los califica de simples fábulas. Sin embargo, en el mismo Anuario Hidrográfico de la Marina Chilena, aparecen en reiteradas ocasiones las exploraciones realizadas en 1883 por el colono alemán Abé, gran aventurero que investigaba el origen de los grandes cipreses y cedros y los mencionados ruidos. Acerca de los éstos, Ramón Serrano anota en su registro:

"Suelen sentirse en este lugar, i lo mismo en el interior del rio, ciertos ruidos estraños un tanto semejantes a los que con frecuencia acompañan a los temblores, los cuales han contribuido a mantener en el cerebro de muchos habitantes de las islas de Chiloé la idea de la existencia de la misteriosa ciudad de Los Césares en el valle de Buta - Palena"[6].

 Posteriormente, el mismo capitán de fragata refiere a la mencionada exploración industrial del colono Abé:

"A la 1 p.m. del 23 [de Diciembre] llevando ya 14 horas de navegación desde el punto anterior, interrumpida a veces para hacer incursiones en el bosque, llegó a cruzar la boca de un afluente del río principal, que se desprende de un alto ventisquero situado al sur (el Melimoyu), cuya distancia al punto donde dejó la lancha, estima en 21 millas"[7].

Más adelante, Serrano Montaner anota:

"Dice el señor Abé que dicho afluente recorre una inmensa llanura antes de desaguar en el Buta - Palena. Yo no he visto tal llanura, pero sí vi mui bien que las cumbres del Melimoyu estaban allí, como a 15 millas de distancia, i que los elevados cerros que circundan esa majestuosa montaña se acercaban hasta 1 milla de la caja del rio principal"[8].

Desarrollando las anotaciones de las exploraciones, el mismo autor expresa a continuación:

"Desde este nuestro quinto campamento se divisa al NE. Magnético hacia el fondo del valle recorrido por el rio, u cordon de altas montañas de cimas agudas i agrestes, coronadas de nieves perpetuas i tan elevadas e imponentes como las que determinan los conocidos montes Corcovado, Tanteles, Melimoyu, etc".[9]

Y agrega luego:

"El señor Abé estima en 21 millas la distancia comprendida entre los primeros rápidos i el rio que baja del Melimoyu, i en 13 la que separa este último punto del peñon notable de que he hablado, punto preciso sobre el cual no puede haber equivocacion posible"[10].

 Por la singularidad de su morfología, el Melimoyu es un punto de referencia en la zona patagónica:

"Hacia el fondo del valle, esto es, al N 15º E. Magnético, se dejaba ver un cordon de cerros nevados, de donde parecía venir el rio i que antes se nos presentaba al NE. por el lado de la costa se mostraba el Melimoyu al S 30º O. Magnético"[11].

La majestuosa montaña destaca en el paisaje austral patagónico. Serrano Montaner desarrolló un croquis de la topografía de la zona basada en varios puntos azimut al Melimoyu[12]. Posteriormente, establece:

"El 6 [de Febrero], pasamos frente al Melimoyu que nos proporcionó una vista pintoresca. Cubierto de nieve hasta mui cerca de su falda i colocado en el fondo de un cajon, como a 10 millas del rio, ofrece un espectáculo magnífico"[13].

Luego, en el cuarto viaje de exploración del Río Palena, realizado entre 1872 y 1873, desarrolladas en la corbeta Chacabuco a cargo del capitán de fragata Enrique Simpson, Agustín Garbao anota:

 "Al S.E. se destaca el Melimoyu, mostrando su gran manto de nieve entre cortinajes de granito"[14].

El capitán de fragata Enrique Simpson, por su parte, registra interesantes datos acerca de las momias encontradas por su expedición en las cercanías de cuevas patagónicas, acondicionadas en ataúdes de cortezas de ciprés, en forma de huevo; pero todas han sido ya removidas ó destruidas[15].

El Melimoyu probablemente ha sido llamado Mediclana en la obra de Faden (1820) y Arrowsmith (1830). Esto se podría explicar por el hecho que tanto la cartografía como la geografía no se hallaban entonces estandarizadas para definir una toponimia común. En la obra del alemán K. Fuchs también aparece el registro del volcán Mediclana con la ubicación 44º20’ latitud sur[16]. El Melimoyu aparece en el mapa de Stieler (1881 - 1888); en la Carta General de la Región reconocida por la Expedición exploradora del Río Palena de Oscar de Fischer (1894); como Molimoyu en Uebersichtskarte des Chilenisch-Argentinischen Grenzebiets de Hans Steffen (1897); asimismo, en el mapa del año 1898 del mismo cartógrafo alemán Steffen y en el Map of the Southern Portion of South America (1898) de W. & A. K. Johnson.

 

LA MONTAÑA DE LOS GIGANTES

En diferentes mapas de la zona patagónica de Chiloé continental, destaca la existencia de un punto geográfico en especial, que tanto por su condición simbólica como eventual relevancia antropológica y arqueológica puede llegar a significar en la zona del Sur Polar Aborigen: es la Montaña de los Gigantes, un espacio físico único en el paisaje austral del mundo. La Montaña de los Gigantes se haya registrada en el mapa de Cornelis de Jode, Brasilia et Peruvia (1593), donde se establecen las “Montannas de Gigantes”, frente al Archipiélago de Chiloé. Asimismo, en la carta Delineato Omniun oparum tatius australis (1596) de Jan van Huygen van Lynschoten, se registra la “Montaña de Gigantes”. Levinus Hulsius, por otra parte, en Nova et Exacta delineato (1599) establece a su vez, la “Montaña de Gigantes”, al noreste del Archipiélago de C. De Tiago   -es decir, el Archipiélago de Chiloé- y al norte de la Sierra Nevada Coronadas.

Asimismo, Jodocus Hondius, padre, en su mapa America (1606) hace referencia al “Mont di Gigantes”, ubicado al noreste de la Isla de S. Tiago (Isla Grande de Chiloé). Jodocus Hondius, hijo, en America Meridionalis (1630/1667), registra las “Montanhas de Gigantes”, emplazada al noreste de la misma isla. Pieter van der Keere, en Americae Nova Descriptio (1652), señala el “Mont di Gigantes”, al noreste de la Isla de S. Thiago. Es la misma zona donde se emplaza el “Reino de los Barbudos” en la zona de Agua Calida, frente a Chiloé en el mapa de Chili (1656) de Nicolas Sanson D’Abberville. Finalmente, Giovanni Marie Cassini, en su mapa Il Cili con le contrade vicine ed il paese del Patagoni (1798), indica a la Montaña como “el Vulcano de los Gigantes”, cuyo emplazamiento se halla al sureste de la Isla Madre de Dios -la Isla Grande de Chiloé- frente al Archipiélago di Toledo.

Es posible que la Montaña de Los Gigantes sea el Melimoyu, pues la ubicación geográfica de éstos mapas y cartas coincide con su localización, es decir, la zona de Chiloé continental, frente a la Isla Grande. Sus habitantes, descritos antiguamente como Gigantes y Barbudos, serán luego señalados como los Césares en la zona patagónica del sur de Chile.

 

 LA MONTAÑA SAGRADA DEL EXTREMO SUR DE CHILE

Mucho tiempo después, es Miguel Serrano quien ha señalado a la Montaña de Melimoyu como un punto geomántico del paisaje austral de Chile. En su expedición a la Antártida del año 1947 en la nave Covadonga, escribe:

"Al atardecer, sobre la cubierta, en medio de un dulce crepúsculo y del rielar tranquilo sobre las aguas, un brazo se extendió señalando la distante tierra:

 - ¡El Milimoyu!

Me estremecía. Allá, en el confín, cubierto de nieve blanca y rosada, nimbado de luz temblorosa, se perfilaba la cumbre de un monte esbelto y, en su cúspide, aparecían dos tenazas de cangrejo, como pretendiendo aprisionar el cielo.

De cumbre a cumbre, pensé, la sabiduría podría traspasarse... De Kailas a Milimoyu... Pero somos un continente vacío, no hay más alma que el alma de la tierra: despoblado, sin dioses, sin hombres, sin animales. Nuestro camino es por un páramo, por un yermo, envueltos en luz ilusoria de calidoscopio, hacia la muerte, hacia la nada..." [17].

Posteriormente, el mismo autor se refiere de la siguiente manera al Melimoyu en su obra Manú, por el Hombre que vendrá:

"Al ver por primera vez el Melimoyu, me estremecí. Tengo aún la fotografía que tomara de su cumbre, desde la cubierta de nuestra embarcación. Algo se quebró dentro de mí, una esperanza que yo centraba en las cercanías del Polo Sur. ¿Para qué, me dije, voy hasta allá, cuando lo que busco está aquí, en esa cumbre sublime del horizonte? Allí están las entradas. Del centro de los dos cuernos o tenazas, ascendió una luz vertiginosa, un disco que giraba y se perdió en el cielo, más allá del horizonte. Nunca antes había visto cosa así. En esos años aún no se hablaba de “platillos voladores” entre nosotros, ni de esos extraños sucesos. Tuve que hacer un gran esfuerzo para seguir sosteniéndome en el sueño y sobreponiendo la imaginación a la cruda realidad de esa navegación por el mundo inhóspito y el desierto de hielo que se aproximaba. Trataría de no ver la realidad, de no sentirla en su “representación” externa, para llegar a revestirla con mis sueños, con mis quimeras y “creaciones mentales”, transmutándola con el idealismo mágico de un Novalis. Y del Führer".

"Más de cuarenta años han pasado, y aquí estoy aún, con el pelo blanco, como las nieves de la Antártida, de los Himalayas, de los Pirineos, de los Andes y, al igual que antaño, deseando encontrarme a los pies del Melimoyu, del Monte Sagrado del extremo sur de la tierra (...)"[18].

Miguel Serrano explica en su obra que el Melimoyu es un monte sagrado del extremo sur de Chile, antípoda ó contraparte del Kailas, al cual se halla unido por las Líneas Ley. Meli, en mapudungún, significa cuatro y Moyu, ubres: dos se destruyeron en un antiguo terremoto, quedando sólo las otras dos, como cuernos de un casco vikingo, como la runa Ur invertida (...)[19].

Finalmente, en sus Memorias de Él y Yo (Volumen IV), en el capítulo titulado Los Confines, donde aborda su viaje a la Antártida, los esfuerzos de conexión entre los Andes y los Himalayas y sus posteriores intentos de colonización del Melimoyu, Serrano, proféticamente escribe:

"Por siglos, el Melimoyu es un Volcán apagado. Dos de sus “Ubres” se han caído. Cuando las otras dos también se derrumben, se sumergirá Chile" [20]

EPUMOYU

Aún se encuentra en el sur de Chile la Montaña de Melimoyu, como los últimos navegantes la han visto. Es posible que en el terremoto que devastó el sur de Chile hace aproximadamente un siglo, el de 1906, que fue acompañado de misteriosos fenómenos luminosos, los dos primeros cachos se hallan derrumbado, pues las descripciones anteriores a esa fecha, coinciden en lo característico de sus cuatro cumbres ó ubres. La Montaña se transformó entonces, en Epumoyu, las Dos Ubres, que todavía se elevan en la Región del Sur Polar Aborigen.

RAFAEL VIDELA EISSMANN
Santiago de Chile,
Enero del año 2006.

 

Fuentes:

Fitz Roy, Robert. Narrative of the Surveying Voyages of H.M.S Adventure and Beagle. 1839. 

Fuchs, K. Les Volcans et les Temblements de Terre. Paris. Librarie Germer Baillière et Cie. 1876.

Moraleda y Montero, José. Esploraciones Jeográficas e Hidrográficas. Imprenta Nacional. Santiago de Chile, 1888.

Serrano, Miguel. Quien llama en los hielos. Editorial Nascimento. Santiago de Chile, 1956.

Serrano, Miguel. Manú, por el Hombre que vendrá. Ediciones La Nueva Edad. Santiago de Chile, 1989.

Serrano, Miguel. Memorias de Él y Yo. Volumen IV. Ediciones La Nueva Edad. Santiago de Chile, 1999.

Serrano Montaner, Ramón. Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Imprenta Nacional. Santiago de Chile, 1886.

Simpson, Enrique. Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Esploraciones hechas por la corbeta chilena al mando del capitán de fragata Enrique Simpson, en el Archipiélago de las Guaitecas, Chonos i Taitao. Esploración del Río Palena. 1870, 1871, 1872, 1873. Nº1. Publicado por la Oficina respectiva. Imprenta Nacional. Calle de la Moneda, Nº46. Santiago de Chile, 1875.


NOTAS

[1] Moraleda y Montero, José. Esploraciones Jeográficas e Hidrográficas. Imprenta Nacional. Santiago de Chile, 1888 (La fecha del registro es del día Sábado 15 de Marzo de 1974). Página 409.

[2] Moraleda y Montero, José. Ibídem. Página 413.

[3] Moraleda y Montero, José. Ibídem. Página 418 y 419.

[4]  En estas expediciones a Sudamérica venía el joven Charles Darwin que desvaloró las tierras patagónicas con su atento espíritu científico.

[5] Serrano Montaner, Ramón. Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Imprenta Nacional. Santiago de Chile, 1886. Página 91.

[6] Serrano Montaner, Ramón. Ibídem. Página 107. Diversos exploradores, entre ellos Musters, el mismo Moraleda y Serrano Montaner han intentado explicar los ruidos, señalando que son derrumbes en la cordillera, avalanchas ó bien, grandes ráfagas de viento... El misterio aún perdura.

[7] Serrano Montaner, Ramón. Ibídem. Página 95.

[8] Serrano Montaner, Ramón. Ibídem. Página 95.

[9] Serrano Montaner, Ramón. Ibídem. Página 116.

[10] Serrano Montaner, Ramón. Ibídem. Página 116.

[11] Serrano Montaner, Ramón. Ibídem. Página 120.

[12] Serrano Montaner, Ramón. Ibídem. Página 127.

[13] Serrano Montaner, Ramón. Ibídem. Página 186.

[14] Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Esploraciones hechas por la corbeta chilena al mando del capitán de fragata Enrique Simpson, en el Archipiélago de las Guaitecas, Chonos i Taitao. Esploración del Río Palena. 1870, 1871, 1872, 1873. Nº1. Publicado por la Oficina respectiva. Imprenta Nacional. Calle de la Moneda, Nº46. Santiago de Chile, 1875. Página 148.

[15] Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Ibídem. Página 43.

[16] Fuchs, K. Les Volcans et les Temblements de Terre. Paris. Librarie Germer Baillière et Cie. 1876. El Profesor Fuchs de la Universidad de Heidelberg, Alemania, desarrolla en su obra un registro de los volcanes de Chile: Choapa (31º51 latitud sur); Ligua (32º12); Punmahuida (35º30); Callaqui (38º); Chinale (38º40); Natuco (39º20); Chignal (39º55); Ranco (40º15); Guareque (40º50); Quechucabi (41º40); Mediclana (44º20). Páginas 256 y 257.

[17] Serrano, Miguel. Quien llama en los hielos. Editorial Nascimento. Santiago de Chile, 1956. Página 28.

[18] Serrano, Miguel. Manú, por el Hombre que vendrá. Ediciones La Nueva Edad. Santiago de Chile, 1989. Página 25.

[19] Serrano, Miguel. Ibídem. Página 296.

[20] Serrano, Miguel. Memorias de Él y Yo. Volumen IV. Ediciones La Nueva Edad. Santiago de Chile, 1999. Página 266.


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