EL LEGADO DE OSCAR FONCK

Charla dada por el Secretario General del Instituto Histórico Arturo Prat, Fernando Saieh Alonso, en la sede de la Agrupación Cultural de las Rocas Santo Domingo, el martes 7 de febrero de 2006


Quiero comenzar esta charla agradeciendo la cordial invitación que me ha hecho el señor Carol Weil, Presidente de la Agrupación Cultural de las Rocas Santo Domingo, y especialmente a la familia Fonck, encabezada por la señora Carmen y su hermana Rose Marie, quienes han confiado en mi persona para realizar una tarea de la cual me siento muy honrado, y a su vez, estimulado, puesto que dirigirme a ustedes en esta ocasión me permitirá dar a conocer y difundir algunos aspectos que considero importantes acerca de la obra del señor Oscar Fonck Sieveking.[1]

Introducción

Desde muy joven sintiendo la necesidad de interpretar el mundo que nos rodea, a través de su paisaje y nuestra gente, realizando esfuerzos en los que fuese posible establecer una conexión con lo profundo del Ser, en una región del mundo aparentemente alejada, pero sin lugar a dudas muy cercana a la descripción del Edén que conocimos de niños, ha sido la búsqueda que he emprendido desde hace algunos años.

Es mi propio intento por descubrir el rostro de Chile lo que me ha impulsado a descifrar esta realidad que se nos ha entregado, pensando que a través de esta búsqueda es permitido encontrar la propia Identidad, corriendo el riesgo de fundirse con el entorno que se nos abre ante nuestros ojos, porque en verdad nuestro país pareciera asemejarse al Paraíso.

Con el paso del tiempo he podido darme cuenta que tampoco he sido el único y que muchos con anterioridad sintieron que era necesario interpretar desde nuestro interior esta herencia, integrándola con nuestra historia; sin embargo sólo unos pocos han logrado traspasar la frontera en la cual muchos prefirieron una vía de escape ante lo inimaginable, creyendo que a través de la historia oficial lograrían el objetivo propuesto.

Es por esta razón que el día de hoy, en las Rocas de Santo Domingo, junto a la IntihuatanaPiedra del Sol que trasformara a don Oscar Fonck Sieveking–, me dirijo a ustedes, con el fin de difundir la obra de este incansable investigador chileno, descendiente de alemanes, que nos dio la posibilidad de interpretar el mundo y al hombre desde una perspectiva “austral”, combinando la sabiduría de los antiguos germanos con nuestra herencia histórica.

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Ha sido desde la más remota antigüedad de donde ha provenido un conocimiento. Una especie de sabiduría que tendría su origen en una ante-historia, aún no contada, pero que invariablemente ha estado siempre presente en el Mito y la Leyenda, presentándose, o mejor dicho, descifrándose en torno a una fuente primigenia, que en tiempos pretéritos logró penetrar el universo para convivir con el hombre antiguo y así configurar su Cosmovisión.

Es este conocimiento, proveniente de un no-tiempo, el que trataré de exponer recurriendo a las mismas palabras que don Oscar Fonck utilizara en sus libros, de manera de transmitir su propia experiencia y conocimiento.

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Ya nos decía él en su reconocido libro Construyamos Arcas, lo siguiente:

Estudiando el mapamundi un día pude establecer que existen dos enormes cadenas de montañas que, si la corteza terrestre realmente fuese de sólo 35 kilómetros de espesor, tendrían que gravitar poderosamente hacia el Ecuador, porque la fuerza centrífuga aplicada sobre un cuerpo hueco en el que se colocaran bolitas, por ejemplo, llevaría a las mismas a formar una especie de disco interior a la altura del Ecuador de la referida esfera. Es de suponer entonces, de que, en un cuerpo en rotación como lo es nuestro planeta, la fuerza centrífuga lógicamente llevará las masas más pesadas al respectivo Ecuador.

Además, la fuerza centrífuga que actúa sobre nuestro planeta, actúa sobre los océanos, levantándolos en forma notoria a la altura del Ecuador, lo que explicaría a la vez la desaparición de continentes enteros en el momento de producirse un cambio en la posición del eje de la tierra, y el ligero achatamiento que acusa nuestro planeta no sería debido al achatamiento del planeta mismo, sino que a la elevación de las aguas a la altura del Ecuador, declinando suavemente hacia los Polos.

Por ello concluyo que las épocas glaciales, a mi juicio, no han existido. Los restos de glaciaciones que pueden establecerse en casi todos los puntos de la tierra que tienen montañas altas, fiordos, archipiélagos, restos de morrenas y bloques erráticos, corresponden sencillamente a capas polares que se han desplazado cada vez que nuestra tierra ha sufrido un cambio en la posición del eje.

Los continentes se van separando entre sí. Ello queda plenamente demostrado por el hecho de que la parte saliente de Sudamérica Atlántica encaja perfectamente en el hueco que existe en África central, hecho que ha podido comprobarse además por estudios de vetas de minerales y otras evidencias geológicas. Ello sería una demostración elocuente de que nuestro planeta va creciendo, o sea, expandiéndose, lo que explicaría además el hecho de que las grandes cordilleras se encuentran resquebrajadas, como si enormes fuerzas telúricas las hubiesen desmembrado, separándolas desde la base.

(…) También es mi convicción de que la civilización humana es infinitamente más antigua de lo que hasta ahora se ha supuesto, y que el ser humano ha iniciado su marcha triunfal sobre este planeta desde hace millones de años, marcha que no podrá ser detenida por catástrofe alguna.[2]

La Biblia, la legendaria Epopeya del Gilgalmesh y tantos otros relatos nos han hablado de un Diluvio Universal. En tanto, otros como Platón, en su famoso Timeo y Critias nos señalan la existencia de un continente desaparecido. ¿A qué catástrofes se habrá referido Fonck en sus libros?

Las leyendas de los pueblos primitivos en todos los continentes concuerdan en la trágica revelación de una catástrofe acaecida hace tiempos inmemoriales. ¿Fue un fenómeno universal? ¿O hubo cataclismos parciales, inundaciones macabras como las conoce también nuestra época actual?

Seguramente ocurrieron cataclismos de los dos tipos. Algunos que han sido producidos por cambios fundamentales en la estructura geológica de nuestra tierra, otros causados por tifones, por crecidas inmensas de ríos caudalosos o por erupciones volcánicas. El diluvio bíblico debe corresponder con toda seguridad a un diluvio universal como multitud de otros relatos (…)[3]

En los antiquísimos escritos de los hindúes y de los caldeos aparecen evidencias de catástrofes de efectos desastrosos para la humanidad de aquellos tiempos. Estos escritos indican que la tercera parte de los seres vivientes fue destruida por las mismas, pero insinúan al mismo tiempo que nuestros remotos antepasados de aquellos tiempos ya tenían conocimientos exactos de la medición del tiempo, del movimiento de los astros y de las ciencias en general, o sea, ya poseían medios de recordar sus conocimientos por medio de la escritura.

(…)¿Hemos de desechar todas estas leyendas, considerándolas cuentos de viejas? ¿Es posible dudar de las tradiciones de los pueblos como el sumerio, el caldeo, el babilónico, el egipcio, el hindú? ¿Deberíamos dudar de los relatos de los mayas de Yucatán y de los guaraníes?

Del Mahabarata y del Ramayana, los libros sagrados de los hindúes, se desprende el hecho de que en tiempos prehistóricos existieron seres cultísimos, de preparación sobresaliente que estaban en situación de comprenderlos fenómenos celestes y de recordarlos para la posteridad en documentos escritos. ¿Cuántos milenios pasaron de aquellos tiempos? No lo sabemos. Eso sí: que aquellos hombres deben considerarse prediluviales o por lo menos contemporáneos de los grandes cataclismos, (…) (sobretodo) si consideramos que el último diluvio puede haber acaecido hace unos 10.500 años, aproximadamente. No obstante, nuestra historia considera solamente 6.000 a 7.000 años.[4]

Ahora bien, ¿quién de los que asiste hoy a esta charla no ha leído a Platón, o al menos ha oído de la existencia de este filósofo que escribió obras como La República, el Banquete y una infinidad de obras importantísimas?

Pues bien, él, en su Timeo y Critias nos relata la historia de la Atlántida; un mundo que desapareció totalmente hace miles de años.

Muchos podrán pensar que es una fantasía, pero yo les digo: ¿Habría de suponerse que un filósofo como Platón hubiera querido comenzar una narración fantástica para describir un sistema ideal de gobierno y una organización estatal perfecta?

Fonck nos detalla parte del relato de Platón, en el que se describe cómo fue la ciudad que se levantó en la Atlántida y cómo fue descrito por este filósofo griego el hundimiento de ésta:

El palacio presentaba un aspecto maravilloso por su grandeza y exquisita belleza. Un canal de 300 pies de ancho y 30.000 pies de largo iba desde el mar hasta el muro exterior de la fortaleza, con lo que los barcos podían llegar directamente desde el mar hasta el palacio de los reyes y atracar allí como en un puerto. Y lo constructores rompieron terrazas amuralladas que se encontraban en los canales concéntricos que rodeaban al palacio, formando así un sistema de canales que permitía el paso a barcos individuales. Los pasos a través de las terrazas fueron cubiertos con puentes, por debajo de los cuales podían pasar las naves. El mayor de los canales concéntricos tenía 1.800 pies de ancho y la terraza que seguía tenía el mismo ancho; el canal siguiente con su terraza respectiva medían cada uno 1.200 pies de ancho y el último canal que circundaba el fuerte, medía 600 pies de ancho. La isla-fortaleza, como las terrazas y el puente de 100 pies de ancho llevaban murallas de defensa bien altas y las cabezas de puente que daban hacia el mar estaban coronadas por torres y portones. El material de construcción empleado era de piedras negras, blancas y rojas que eran tomadas de canteras existentes en las laderas del cerro central y de los terraplenes. Las cuevas y subterráneos producidos por este trabajo que quedaban protegidos por rocas sobresalientes, servían de arsenales para las naves. Las piedras de color se encontraban en uso en forma generalizada, lo que prestaba a las fachadas de los edificios un aspecto agradable al ojo. El muro que coronaba el terraplén exterior estaba cubierto de planchas de fierro, el interior de zinc y la fortaleza misma de planchas de bronce, las que brillaban como fuego a la luz del sol.[5]

Posteriormente se produjeron terribles terremotos y devastadoras inundaciones, y en el transcurso de un día espantoso y de una noche implacable desapareció toda vuestra estirpe guerrera (los atenienses) por tropeles debajo de la tierra e igualmente desapareció la isla Atlantis debajo del mar.[6]

¿Podría tomarse lo anterior tan sólo como un Mito o una Leyenda? Fonck nos trata de dar una señal, exponiendo relatos y situaciones paralelas: 

Ahora, si se compara el contenido del pergamino de procedencia maya conocido como el manuscrito de Troano, con el relato de Platón, se llega a la conclusión de que bien podría tratarse de la misma catástrofe. Este manuscrito maya fue salvado por Le Plongeon de una hoguera en Yucatán, cuando sacerdotes españoles destruyeron toda la biblioteca de ese enigmático pueblo. (…) Luego, este valiosísimo documento encontró su camino a Francia, donde es cuidadosamente atesorado en el Museo Arqueológico de París.

De la traducción que se ha hecho del manuscrito de Troano copio las siguientes frases: “En el sexto año Kan (Kan – lo que sale de la tierra), el día 11 Muluk (Muluk – muerte bajo el agua) del mes Zak se produjeron terribles terremotos que duraron sin interrupción hasta el día 18 Chuen (Chuen – territorio atacado interiormente por un brote de fuego). La región de los montes pantanosos, el país de Mu, fue la víctima. Dos veces fue levantado y, de pronto, desapareció durante la noche. El mar era sacudido violentamente por fuerzas volcánicas. Ellas habían levantado y hundido partes del terreno varias veces. Por fin, la superficie cedió y diez países fueron desmembrados y separados violentamente. Incapaz de resistir a las violentas sacudidas de la tierra, desaparecieron con sus 64 millones de habitantes. Esto sucedió 8.080 años antes de escribirse este libro.

Debe dejarse constancia en todo caso que el número de años atribuido al manuscrito de Troano es una suposición, no obstante considerando la fecha indicada por Platón, para la desaparición de la isla Poseidonis-Atlantis, los cálculos indican que ésta habría desparecido aproximadamente 11.500 años atrás.[7]

Esta cantidad de años no resultaría ser una casualidad, especialmente si se considera el movimiento de precesión del planeta, el cual le toma a la Tierra  aproximadamente 23.000 años, es decir, el doble de años señalados anteriormente.[8]

Entonces lo interesante y sobresaliente de estos múltiples relatos, más allá de su similitud, correspondería al hecho de que estos se encuentran presentes en las más diversas culturas del mundo, indicando de alguna forma que luego de esta última catástrofe, grandes migraciones de seres humanos se llevaron a cabo en todas las direcciones abordando los diferentes continentes.

Ante esta encrucijada, evitada por la historia oficial, Fonck nos da en todos sus libros, una extensísima y variada documentación, que en esta oportunidad, sólo citaré una con el fin de exponer a ustedes, a modo de ejemplo, esta herencia antiquísima, de suma importancia para todo nuestro continente.

Misteriosa es también la procedencia de los primeros incas que aparecieron cierto día en lo alto de las montañas del Perú y que fueron recibidos con el respeto y la sumisión de las tribus que en aquel entonces poblaban el altiplano, que eran los quechuas y los aymarás.

(…) Al parecer estos emisarios fueron llegando a las diversas zonas de América, aportando nuevos conocimientos y la religión de la adoración al Sol

(…) Es posible, por tanto, establecer el día de hoy, a partir de esta probable influencia, algunas analogías existentes entre los idiomas de los indios aymarás del imperio incásico y los vascos-españoles.[9]

A lo cual agrega:

Como entre los conquistadores del Perú se encontraban algunos vascos, éstos se asombraron de sobremanera al establecer que los aymarás usaban en su vocabulario diario una serie de palabras que se pronunciaban en forma idéntica o muy parecida y que significaban lo mismo que en vasco[10]. Por ejemplo:

 

En Vasco

En Aymará

Allá

Allá

Anca

Anca

Calla

Calla

Puya (punta de Lanza)

Puya (punta de Lanza)

Maca (engaño)

Maca (engaño)

Garúa (llovizna)

Garúa (llovizna)

Manta

Manta

Coto

Coto

Etcétera...

Esto es tan solo una pequeña muestra de las múltiples similitudes que pueden establecerse entre culturas tan apartadas, y que se profundizan al comparar datos concretos de excavaciones, grafitos, esqueletos, momias, signos pétreos y alfarerías.

Basta leer aquel antiguo documento llamado la Crónica de Oera-Linda que recuerda que tras el hundimiento de Atland (tal vez Hiperbórea), los reyes marinos de origen frisón se repartieron por el mundo, trasladándose a tierras más cálidas, llegando a Grecia, África del Norte y a la misma América. Uno de estos reyes se llamaba Inka, quien navega en dirección de Occidente, para no volver más.[11]

Sin duda, se pensará que pretendo borrar todo vestigio de alguna influencia asiática en nuestra América, pero no es el caso, y para ello quiero recordar el libro de Ricardo Latcham, La Prehistoria Chilena, citado en Construyamos Arcas, en donde se señala textualmente que:

En los últimos dos o tres años, sin embargo, se han estudiado con mucha atención los cráneos fueguinos llevados a Europa por el Padre Martín Gusinde, ex jefe de sección del Museo de Etnología y Antropología de Santiago, y se ha comprobado de una manera bastante satisfactoria que varios cráneos de los Onas (tribus que vivían en la zona de los canales de Chiloé al sur) presentan caracteres esencialmente australoides. Con esta comprobación, el hecho, antes considerado simplemente como una posibilidad, se robusteció y llegó a convertirse en una gran probabilidad. Sólo faltaba la confirmación lingüística para convertirse en certeza; y esta prueba no tardó en producirse. Paul Rivet, al hacer un estudio comparativo entre las leguas australianas (todas o casi todas derivadas del mismo tronco) y las del grupo Tshon, que incluye las de los Patagones y los Onas de Tierra del Fuego, halló en su corto vocabulario, más de setenta voces y raíces que, en su fonética y en su significado, eran iguales en los dos grupos de lenguas; estableciendo, sin lugar a dudas, que los dos pueblos –los Onas y los Australianos– si no tuvieron el mismo origen, a lo menos habían vivido, en algún tiempo, en íntimo contacto, entremezclándose mutuamente.

Alentado por este descubrimiento, que dejaba en claro las relaciones entre la América y la Oceanía, el joven argentino, Enrique Palavecino, se puso a comparar la lengua maorí de los naturales de Nueva Zelanda, y la quechua, hablada por los indios peruanos. Aquí se pudo establecer, nuevamente, aunque en menor grado, que el idioma americano había sido influenciado por las lenguas oceánicas, hallándose 65 correlaciones entre las voces comparadas.[12]

Por mi parte, quisiera agregar un dato curioso, y a la vez interesante, que se halla en nuestro quehacer cotidiano. Sabido es que los jóvenes que entran a estudiar la carrera de Medicina, al pasar por aquellos cursos que tienen relación con los recién nacidos, les enseñan que una de las características de los neonatos, asociadas a gran porcentaje de la población, es la presencia de la Mancha Mongólica, que se destaca por ser de color azul pizarra, con frecuencia grande y ubicada en el dorso, nalgas o muslos.

Esta mancha que luego desparece al cabo de 6 meses se encuentra también presente en un gran porcentaje de los recién nacidos del continente asiático. De allí el nombre: Mongólica.

Sin embargo, lo extraordinario sería la afirmación que Fonck hiciera ante lo señalado con anterioridad:

Indudablemente América fue colonizada por tribus asiáticas a través del Estrecho de Bering, como lo han demostrado investigaciones antropológicas, filológicas y culturales. Igualmente coinciden costumbres y folklore entre pueblos asiáticos y americanos. Pero quisiera dejar constancia de la convicción que me he podido formar después de estudiar durante años las leyendas y tradiciones americanas, de que no todos los pueblos americanos son de procedencia asiática.

Finalmente agrega:

Estoy convencido de que América contaba con una población autóctona, cuando se produjeron las invasiones asiáticas, atlánticas y europeas.[13]

*          *          *

Siguiendo con el propósito impuesto para esta conferencia y, a su vez,  acercándonos poco a poco a través de los relatos de Fonck, a esta tierra llamada antiguamente Chilli-Mapu, habría que enunciar las palabras iniciales con las cuales el ya desaparecido investigador chileno comenzó su obra Construyamos Arcas

Cuán complejo es el problema de establecer lo que realmente sucedió en nuestro territorio antes de la llegada de los españoles. Es un hecho que todas las excavaciones arqueológicas efectuadas hasta 3.500 metros de altura, han dado en nuestro país evidencia de que los restos encontrados no tenían arriba de 6.000 a 8.000 años de antigüedad.

De 3.500 metros hacia arriba sí se han encontrado restos de tiempos anteriores. Sin ir más lejos, las ruinas de Tiahuanaco, a orillas del lago Titicaca, han sido calculadas en la edad de 23.000 años.

De todo ello se desprende una verdad que no puede ser desconocida.

Igualmente, son innumerables las conchas marinas petrificadas que se encuentran en nuestra Cordillera de los Andes hasta las alturas superiores a los 4.000 metros. Todo ello es muy misterioso y pide una aclaración.

Los científicos están de acuerdo en considerar que la Cordillera de los Andes ha surgido de los mares en época reciente. Otros científicos consideran que Tiahuanaco era un puerto de mar, como lo demuestra el hecho de que existe una antiquísima playa de mar a la altura del lago Titicaca que se ha podido seguir hasta el lago Poopó sobre más de 450 kilómetros de extensión ininterrumpida.[14]

Que se haya calculado la antigüedad de las ruinas de Tiahuanaco en 23.000 años, demostraría que hubo en América una civilización más antigua que la sumeria y la egipcia.

Quizás esta civilización también fue responsable de haber influido sobre los indígenas que habitaban Chile. En este sentido Fonck señala: 

Que los indios Araucanos de Chile hayan conocido una época, en la que convivieron con una tribu más culta, o que ellos mismos hayan contado con una civilización superior, está a la vista. Lo demuestran los escritos del sacerdote y escritor español Cristóbal de Molina. Este destacaba ya en 1552 que la lengua araucana posee conceptos abstractos que los indios de aquella época no comprendían ni sabían aplicar. Este lenguaje –añadía– posee una estructura armoniosa y una riqueza de expresión y de modismos dignos de destacarse. Molina afirma que los araucanos son remanentes de un pueblo de gran cultura y seguramente muy poderoso.[15]

Asimismo, Oscar Fonck, en su interesante libro llamado Vikingos y Berberiscos, nos plantea que producto de las emigraciones provenientes del norte de África, de pueblos con componentes étnicos nórdicos-germánicos, que viajaron en sentido de Occidente a Oriente, y que pasaron por India y luego a la Polinesia, habrían llegado a las costas de Sudamérica dejando rastros inequívocos de su presencia.

Para ello el autor recurre a diversos investigadores entre los que se destaca el pastor Jürgen Spanuth, y de paso nos plantea que los pueblos norafricanos eran de gente rubia, alta y de ojos azules. A su vez, expone similitudes entre la fonética y vocablos de pueblos que aparentemente son disímiles como los vikingos, los berberiscos y los maoríes.

De la misma manera, el escritor y ex embajador chileno, Miguel Serrano, en su libro No Celebraremos la Muerte de los Dioses Blancos, señala que:

Aquí en Chile también hay huellas de un pasado remotísimo y desconocido totalmente. En las playas de Santo Domingo aparece un enorme complejo de rocas, muchas de ellas con características tan especiales que no parecen obras de la Naturaleza. Y entre ellas, un Intihuatana, monolito destinado a calcular la hora, la posición del Sol y del cielo, con una gran silla de piedra a su lado. Fue descubierto por el investigador Oscar Fonck, quien se lo atribuyó a los egipcios, los que, según él, habrían sido atacados por los araucanos, que los obligaron a abandonar la zona y a remontar el río Maipo, hasta la cordillera del volcán Tinguiririca, donde se encuentran hoy cavernas con extrañas pinturas rupestres.

También intercambié opiniones con Jacques de Mahieu[16] sobre Santo Domingo y las Montañas de Tinguiririca, con las teorías de Fonck sobre los egipcios en Sudamérica. De Mahieu pensaba que fueron los “libios rubios” (es decir, hiperbóreos, que hasta el África llegaron) los que en el remoto Chile crearon el “Complejo Cultural Maipo-Rapel”, remontando esas corrientes de agua, desde su desembocadura en el mar, hasta las cumbres andinas.[17]

*          *          *

Todo esto ha sido posible en nuestro Chile, y en especial en esta zona junto al mar, a la que Fonck dedicara la importancia que se merecía, siendo el único, puesto que hasta la fecha no ha habido autoridad alguna que haya tratado de rescatar a la Intihuatana y su entorno. Pareciera que en vez de evolucionar, el ser humano ha involucionado.

En fin, escuchemos a nuestro recordado investigador referirse a este lugar:

El destino me brindó la oportunidad de llegar a conocer muy a fondo uno de los balnearios más preciosos de Chile. Todos los años he pasado mis breves veraneos en Santo Domingo, un balneario idílico de costa situado al sur de la desembocadura del río Maipo, en la zona central de Chile.

Durante mis estadías comencé a estudiar detenidamente la región, desde las dunas hasta las colinas sobre las que se desparraman las casitas multicolores. La existencia de aglomeraciones de restos de conchas demostraba que ahí habían vivido generaciones de indios a través de miles de años, que seguramente habían vivido de la pesca y de los mariscos.

Al investigar todo el terreno en forma metódica, encontré que entre las dunas existían muchas tumbas primitivas, marcadas por una gran cantidad de trozos de cántaros, como también por una cantidad de utensilios de piedra, lo que demostraba que la manera de vivir de estos grupos étnicos correspondía a la de la edad neolítica.[18]

En este mismo relato, el investigador señala:

Como los habitantes primitivos de Santo Domingo, a orillas del río Maipo, necesitaban un calendario para sus faenas agrícolas, erigieron la piedra-calendario o roca del Sol (Intihuatana). Al observar el hacinamiento de rocas desde el frente, se ve que está formado por una gran roca que sirve de base y sobre la cual al lado derecho se levanta verticalmente una roca plana que ha sido colocada allí por la mano del hombre y que está acuñada con piedras más chicas. La roca plana que se encuentra colocada en forma diagonal determina una verdadera mira. Esta roca parece no haber sido colocada exactamente en su sitio, o sea, apoyada con todo un canto sobre la roca vertical, pero es muy posible que en esa forma hubiera ejercido una presión demasiado grande sobre ésta, haciendo peligrar su estabilidad.

Al colocarse por detrás de este grupo y si se mira a través del ángulo formado por la roca vertical y la diagonal, se tiene una verdadera mira que es complementada por un grupo de rocas colocado más hacia el este, que debe de haber servido de alza. Desgraciadamente, este grupo de rocas ha sido dañado y no está ya completo. No obstante, sirve aún como punto de referencia para establecer la salida del Sol en ciertas épocas del año.

La erección de esta roca-calendario exige igualmente conocimientos astronómicos que no son de suponer en un pueblo que aún se encuentra al nivel cultural del hombre primitivo, con sus armas rudimentarias de madera, huesos y piedras. Es por eso que debemos suponer una cultura más elevada en los constructores de las Roca del Sol, que pueden ser tal vez ese pueblo misterioso que ha dejado construcciones megalíticas en diversos países de distintos continentes.

(Finalmente, es posible comprobar que otra roca presente en Santo Domingo) corresponde a un monumento que a mi juicio representa a un ídolo. La piedra superpuesta sobre la roca grande representa la cabeza de un hombre barbudo, desgraciadamente deteriorada por la acción del tiempo. Debajo, al centro, se adivina un gran abdomen. A los lados hay indicios de dos brazos.

Fue este conglomerado de rocas el que influyó en mi decisión de investigar más fondo las reminiscencias prehistóricas presentes en Santo Domingo, ya que el mismo presentaba una semejanza sorprendente con la reproducción de una foto relacionada con un antiquísimo templo de piedras encontrado en Piedras Negras en el Brasil.[19]

*          *          *

Finalmente, para concluir esta charla, quiero citar al gran filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, quien sentenciara hace ya más de un siglo que:

Las cosas vienen a nosotros deseosas de transformarse en símbolos.

Es por esta razón, que estar el día de hoy, en Santo Domingo, junto a ustedes no ha sido una casualidad, sino que como el mismo Nietzsche también dijera:

Son los azares llenos de sentido.

¿Cómo es posible que este lugar maravilloso tenga un nombre tan simbólico?

Las Rocas de Santo Domingo

Roca = Piedra = Stein = Huatana

Domingo = Día del Sol = Sonntag = Inti

En el fondo, un chileno de origen alemán, encontró el tesoro que guardaba esta tierra conocida como Rocas de Santo Domingo: La Intihuatana.

 


[1] A título personal considero a uno de los más importantes revisionistas de la Historia, junto a Jacques de Mahieu y el pastor Jürgen Spanuth, quien no sólo investigó los orígenes del Hombre, sino que trabajó con la antigua ciencia de la Radiestesia.

[2] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Prefacio XI y XII.

[3] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo II, pág.72.

[4] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo II, pág.72.

[5] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo VI, pág.110.

[6] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo VI, pág.111.

[7] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo VI, pág.107.

[8] Para quienes no estén familiarizados con la Astronomía, el movimiento de precesión consiste en que la Tierra producto de la desviación de su eje tiene un movimiento que se asemeja al de un trompo cuando este se encuentra girando. Entonces la intersección del plano descrito por el movimiento de traslación y el plano correspondiente a la inclinación de la Tierra, determina el punto vernal el cual proyectado indica los diferentes cúmulos de estrellas conocidos como signos del Zodíaco, el cual hoy se encuentra sobre Acuario. Hace 11.500 años este se encontraba apuntando a la constelación de Leo.

[9] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo XV, págs.185 y 186.

[10] Nicolás Palacios, en su obra Raza Chilena, señala que el español que llegó a estas tierras serían visigodos, es decir, descendientes de los antiguos germanos, lo mismo que los vascos.

[11] Miguel Serrano, No Celebraremos la Muerte de los Dioses Blancos, pág.18.

[12] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo I, pág.6.

[13] La Biblia, en el Génesis, Capítulo 6, versículo 4 señala: Había gigantes en la tierra en aquellos días, y los hijos de Dios les engendraron hijos a las hijas de los hombres. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.

[14] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo I, pág.5.

[15] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo I, pág.18.

[16] Igualmente, Oscar Fonck mantuvo contacto con Jacques de Mahieu, estableciéndose un fecundo intercambio entre ambos.

[17] Miguel Serrano, No Celebraremos la Muerte de los Dioses Blancos, págs.12 y 13.

[18] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo III, pág.35.

[19] Oscar Fonck, Construyamos Arcas, Capítulo III, pág.39.


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