EL INTOLERANTE DISCURSO DE LA TOLERANCIA

Cristian Salazar Naudón


Pocos compatriotas conocen los detalles del delirante proyecto de ley "antidiscriminación" que espera su turno en el Congreso Nacional. Se lo cita como un abstracto intangible y casi nebuloso, cada vez que los medios de prensa pasan vulgares peleas de borrachos por "atentados xenófobos"; o cuando supuestas pandillas de "neonazis" atacan a un indefenso cantante negrito, justo en la semana en que debe cancelar el recital regreso de su banda musical por falta de entradas; o bien cuando alguien quiere recordar la archiconocida ineficiencia de nuestro Poder Legislativo y los cientos de proyectos de ley que duermen en las gavetas, meditando a la fuerza en la paciencia de la introspección del budismo zen.

Pues bien: se trata de un proyecto de ley tan absurdo, tan antojadizo y tan mal copiado de las legislaciones europeas que lo inspiran, que llega al imposible técnico de combatir las discriminaciones arbitrarias con el absurdo del establecimiento de igualdades arbitrarias. Se rumorea incluso que muchos parlamentarios que en su momento se mostraron simpatizantes con este boceto legislativo, hoy le sacan el popó a la jeringa y se han vuelto por omisión silenciosa en detractores, sin poder confesarlo, por cierto, pues la demonización de lo "políticamente incorrecto" sale cara. ¡Y cómo no!, si el proyecto resulta tan ambiguo y genérico que, bajo su letra, hasta un homosexual podría llevarnos a tribunales si nos negamos a aceptar una invitación suya a bailar en una disco o un no vidente podría demandar a su municipalidad por no otorgarle licencia de conducir.

Recientemente, se ha dado a conocer otra iniciativa legal que, como sucede con los proyectos de leyes chilenas que pretenden anticipar o completar otros, resulta aún peor y más tirado de mechas. Según la propuesta, del Diputado Gabriel Silber, se pretendería incorporar ahora al propio Código Penal el siguiente artículo (137 bis), en el párrafo 1 bis, al Título III del Libro II:
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"El que por cualquier medio, realizare manifestaciones o expresiones destinadas a promover odio, desprecio, hostilidad o amedrentamiento, respecto de personas o colectividades en razón del color de su piel, de su raza, sexo, religión o nacionalidad, será penado con presidio menor en su grado mínimo a medio, y multa de cincuenta a cien unidades tributarias mensuales".

La iniciativa está respaldada también por los diputados Pedro Araya, Eduardo Díaz, Carolina Goic, Pablo Lorenzini, Patricio Walker, Mario Venegas, Adriana Muñoz y Karla Rubilar.

Llama profundamente la atención que el texto sugerido para la modificación del Código Penal no incluya los actos donde anida también el fomento al odio de clases. Por ejemplo, quienes predican abiertamente la confrontación proletario-burguesa o el choque ricos-pobres, con motivaciones políticas. ¿Qué pasó allí? ¿Cuál es el temor? ¿A quién se protege?

La confrontación de clases, la revolución, el odio al patrón y otros gafes político-populachistas siguen estando tan vigentes en el discurso regular de algunos grupos de inspiración marxista, que la no alusión a la "clase social" como patrón de discriminación o promoción de odiosidades sólo puede tener por objeto proteger y sacar de la penalización a los sectores más dogmáticos de la izquierda nacional. Recuérdense, verbi gracia, las declaraciones que formularan en su momento el temido "Tila" sobre sus oscuras sensaciones al violar con violencia a mujeres bonitas y de estereotipo blanco; o las del joven criminal que en Viña del Mar, el año 2003, le rebanó el cuello a un estudiante por el desprecio que a su aspecto "cuico". Ni el más fervoroso observante de la religión de la lucha de clases podría haber hecho mejor caudales de filosofía de charlas pasada a la acción directa.

Siendo esos casos de odio de clases las más visibles y palpables fuerzas de agresión social que actualmente operan en nuestro país y buena parte de la motivación que tiene incluso la delincuencia común, cada vez más temeraria y sangrienta, salta a la vista que una ley como la sugerida carece de verdaderas motivaciones antiviolentistas, que se suponen prioritarias e inspiradoras. En algunas conocidas poblaciones de la capital, de hecho, algunos "dirigentes" (incluso un famoso sacerdote rojo) han llegado al delirio de sugerir a sus fieles la legitimidad de "robar a los ricos", entregándole una especie de connotación de justicia romántica al asalto a mano armada y al cogoteo, cuales Robin Hood contemporáneos.

Cabe señalar, sin embargo, que el texto del proyecto, tal cual está propuesto en estos momentos, resulta muy apropiado para penalizar con la energía necesaria los actos violentos de quienes practican y promueven, actualmente, un odio político disfrazado con un tenor ancestral y cultural. Por ejemplo: los ataques y atentados incendiarios en contra de quienes son llamados despectivamente "huinkas" por esos actores.

Veremos en qué crema se dará el debate de esta propuesta. Por lo pronto, sigue siendo un contrasentido que el elemento de mayor y más notoria violencia social entre los chilenos, el odio de clases, siga marginado del texto de una propuesta cuya inspiración pretende ser, precisamente, eliminar el odio en todas sus formas... ¿O no?


Centro Informativo de ALERTA AUSTRAL - Santiago de Chile - http://www.alertaaustral.cl - 2006